Magia con el corazón. Un viaje a los campos de refugiados en Grecia (VI)

Esloquehay reproduce las crónicas que nos envían el Mago Oliver y su ayudante Eva del viaje que están realizando por diferentes campamentos de refugiados en Grecia. El objetivo del viaje es llevar un poco de felicidad a miles de niños y niñas sirios, afganos e iraquíes que malviven en muchos casos en condiciones deplorables a la espera de conseguir el asilo político, además de llamar la atención sobre su situación. Desde esloquehaysanse.es queremos agradecerles a ambos su iniciativa y que nos dejen ser su altavoz. ¡Mucho ánimo!

GRECIA. 4 AGOSTO.

Nos despertamos en el precioso pueblo de Katerina. Lo poquito que estamos viendo de este país, tan solo lo que observamos en los trayectos de un campamento a otro, nos está encantando. Pero lo que más nos maravilla es su gente. Muy sencilla y muy acogedora.

Cumplimos la promesa de volver al campo de ayer y nos recibieron de mil amores. En todos los sitios nos llaman «magic my friend», y la mayor pena es cuando nos preguntan «¿tomorrow come ?¿Tomorrow magic again?» y con penita les tenemos que responder siempre que no.  Pero, como os hemos dicho, ayer hicimos una excepción.

Como el show en el campamento de Karvani lo teníamos comprometido para las 9 de la noche y estábamos relativamente cerca, decidimos dar la sorpresa a estos niños de Katerina- Olympia. Nada más llegar y después de recibir mil abrazos hicimos magia de cerca a todo el grupo de jóvenes que había. Siempre nos buscamos algún traductor aunque los que nos conocéis sabéis que si hace falta improvisamos alguna manera para hacernos entender. Así que la barrera idiomática no nos está suponiendo ningún problema. Y como respecto al show grande, el infantil, tampoco hay impedimentos porque es musical, pues todos contentos.

Al acabar los juegos con cartas y monedas fuimos a ver el campamento por dentro. Aparentemente las condiciones eran relativamente buenas. Es en realidad un camping de veraneo con una especie de restaurante campestre y unas vistas idílicas. El gobierno griego paga una cantidad mensual a los dueños de este sitio, que es un matrimonio majísimo que cuida muy bien a los refugiados.

Pero al hablar con la gente te das cuenta de la cruda realidad. Un atento voluntario de Colombia, Anderson, nos hizo de guía y nos presentó a dos chicas jóvenes de 23 años procedentes de Siria, y al oírlas hablar se nos caía el alma al suelo. Tuvieron que dejar a mitad de camino sus estudios y sus proyectos porque la dichosa guerra les obligó a venir aquí. Y el camino para ellas fue muy duro. Nos contaba una de ellas que tuvo que pasar, como muchos que nos estamos encontrando, por el infierno de Idomeni, un campo con más de 15.000 refugiados junto a la frontera, que se desalojó hace varios meses. Nos quedamos sin palabras cuando nos contó que había intentado suicidarse ahí, pero que no lo consiguió.

Una chica joven, con estudios, con ilusión, con dominio absoluto del inglés, con soltura y actitud en su manera de mirar y de hablar. Una chica que no tendría ningún problema para salir adelante en cualquiera de nuestras ciudades, está ahora en una tienda de tela soportando 42 grados de media y sin poder dar un paso adelante.

Ojala sea ella una de las afortunadas en conseguir un visado para algún país europeo. Debió de hacer una entrevista oficial hace unas semanas, lo cual es buena señal, pero mejor es que le hayan llamado para una segunda entrevista dentro de un mes. Ella no quería hacerse ilusiones por si acaso, pero se moría de ganas por que le dieran asilo político en cualquier sitio que no fuera ese campo.

Para que lo entendáis bien, es como una lotería. Todos tienen las papeletas, pero a muy, muy pocos les toca premio. El premio de «poder vivir». Porque lo que no paran de repetirnos en todos y cada uno de los campos a los que vamos es que esto no es vivir.

A la tarde llegamos a Karvani y de nuevo un campo muy diferente al resto. Aquí están 400 sirios en un hospital militar que llevaba años abandonado. De nuevo comprobamos que actuar para este público es un regalo para nosotros. La pequeña verbena infantil antes y después de cada show la hemos convertido en algo diario y deberíais ver como cantan y bailan. Os repetimos que estos niños no tienen juguetes. No tienen libros. No tienen tele. Solo juegan entre ellos mismos y ya está. Así todo el día. En realidad, esto es algo muy necesario para muchos de los niños occidentales (nuestros hijos o sobrinos, que todos coincidimos en que tienen demasiadas cosas), pero el otro extremo, que es por el que pasan estos peques, es inhumano.

El espectáculo de nuevo como la seda. Fieles a nuestro ritmo, a nuestro colorido… sin necesidad de cambiar apenas nada del show a pesar de la diferencia entre nuestras culturas.  Bueno sí: ¡Los 3 packs de vestuarios que traíamos para cada uno sí los cambiaríamos! (Os podréis imaginar cómo están después de actuar con tanto polvo y calor cada día).

Al acabar no pudimos declinar la invitación a tomar un café y frutas a «la casa» de un señor procedente de Alepo, que nos encantó. La casa por decir algo. «My home», como él la llamaba , es una habitación con dos camas, dos montoncitos de ropa, algunas latas, zumos y varios cacharros de cocina. Y nada más. Insistieron él y su compañero de habitación en que nos quedásemos a dormir con ellos, pero hoy nos tocaban dos campos para hacer magia, y tuvimos que decir que no.

Así que a las 2 y pico de la madrugada caímos rendidos. Pero muy felices y orgullosos de que todo esto está mereciendo la pena.

Un saludo mágico.
Óliver & Eva