Breve relato del proceso de prisión

Fueron muchos los hombres y mujeres de este país que sufrieron los rigores de una dictadura sangrienta y terrible. Nacían durante el estruendo de bombas y tropas, crecían envueltos en escasez, temor y represión, y su juventud, casi siempre rebelde y valiente, llevó a muchos y muchas a las salas de tortura, a tribunales militares y a ser condenados a años de prisión por el mero hecho de aspirar a la libertad y la democracia.

Uno de esos hombres, de esos militantes, Alfonso, nos deja hoy un relato de su paso por las cárceles franquistas, para que el olvido no quepa en estos días de marasmo y confusión. 

A continuación reproducimos el texto íntegro de Alfonso Romero, joven militante del PCE, que con poco más de 20 años pasó por el centro de tortura y detención de la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol de Madrid, la cárcel de Carabanchel y el Penal de Cáceres, en plena dictadura franquista.

Este es su relato.

«Fui detenido el 14 de Febrero de 1960, sobre las dos de la madrugada, en el domicilio paterno, ubicado en la calle Molino, 4 de Getafe -aquel viejo edificio de origen agrícola fue derribado con los años, y construido el actual edificio moderno-. Cuatro policías secretas de la Brigada Política irrumpieron en casa y revolvieron toda ella buscando pruebas que me implicaran en la actividad política del PCE, no encontraron nada, la propaganda y ejemplares de Mundo Obrero los tenía en una jaula de madera para conejos, que teníamos en una terraza que poseía la casa y que estaba fuera de la zona de uso habitual de la vivienda. Sí se llevaron todas las fotografías que encontraron, eran familiares, salvo una que era del colectivo de alumnos que estábamos en la Universidad Laboral de Gijón realizando un Curso de Capacitación Social a través de las Empresas, era gratuito, otro compañero y yo estábamos por Marconi Española, S.A.

Fue aquí donde conocí a Fedor Adsuar Casado, nos conocimos en Gijón y, de vuelta a Madrid comenzamos la relación en el PCE. Para quedar lo hacíamos por una carta breve, quedando en el sitio y hora para la entrega de materiales e incluso para las reuniones que siempre las hacíamos en Madrid. Convenimos que estas citas por carta, -no teníamos teléfono-, se rompieran nada más leerla. Fedor no lo hizo así y, la noche de su detención fue también la de la mía, él tenía en su casa una carta que no rompió en su momento.  Me condujeron a un vehículo automóvil, llamado entonces una “Rubia”, su acabado exterior era todo de madera color pino, de ahí quizás su nombre. Me hicieron sentar en el centro de la parte trasera y dos de los policías a ambos lados. No supe dónde estaba hasta pasado un tiempo. Te quedas en estado de shock después de haber recibido varias palizas. Supe que estaba en la Dirección General de Seguridad, antiguo edificio de Correos y hoy sede de la Comunidad de Madrid.

Las celdas estaban en la parte baja del edificio, unas ventanas, a ras de la acera, en forma de medio punto, las identifican desde la calle. Si pudieran reproducirse cacofonías, los gritos de dolor espantarían a los viandantes.

Los interrogatorios consistían en subirte a una habitación, desnuda, sólo una mesa simple de despacho y dos sillas, una para el detenido y la otra para el policía que llevaba la interrogación. Las preguntas, como ya estábamos apercibidos, porque sabíamos que caeríamos algún día, no tenían las respuestas que ellos esperaban, estando sentado, por detrás, te daban bofetadas a dos manos, de pronto, sobre los oídos, y te quedabas medio grogui. Tuve que reconocer al camarada más íntimo de la empresa porque de esa manera libraba al resto de los camaradas a los que tenía en mi grupo pero que nadie más sabía, con Andrés Piñeiro, como nos veían juntos por el taller sabía que lo iban a descubrir a través de algunos trabajadores que eran fachas y que nos conocían del trabajo.

Pasados tres o cuatro días dejaron de interrogarme, debieron pensar que yo no era un responsable al que poder sacarle más información. No sabían que me hice el despistado y amnésico.

Permanecí detenido en la Dirección General cuarenta días, sabía que era de día por la mañana por el desayuno que me llevaban en un plato de aluminio, muy sucio, lleno de golpes,  con agua de malta y un trozo de pan, el hambre te hacía comer todo lo que llevaban, perdí varios kilos. No había luz natural, sólo una lámpara eléctrica en el frente de la celda, colgada en un hueco del tabique, y  encendida permanentemente.

Un día me subieron a un despacho y me mandaron sentar frente a un militar del Ejército de tierra, tenía estrellas de Capitán, estaba emboscado con su gorra de plato y unas gafas grandes de sol. No se le podía reconocer. Me hizo unas preguntas, sin transcendencia, y me amenazó diciéndome que de esta iba a salir, pero que en la próxima lo iba a lamentar y que me iba a procesar. Me tendió una argucia, me dijo; tu amigo Andrés va a salir mejor librado que tú, así que si tienes algo más que alegar en tu defensa dímelo ahora, la respuesta fue: NO.

Al día siguiente me trasladaron a la Cárcel de Carabanchel, al bajar del furgón blindado tuve que cerrar los ojos, la luz del sol me cegaba, fui conducido a la sala de identificación, me tomaron  la filiación y  las huellas dactilares de las dos manos, a continuación me llevaron a la celda de periodo. Son celdas para que los ingresados pasen una semana de aislamiento y así  desestimar algún tipo de enfermedad infecto-contagiosa. Pero los muy hijos de p… ¡si yo venía de la Dirección General de Seguridad! Su Crueldad no tiene límites, lo digo en presente, porque no desaparecieron.

La Prisión Provincial de Carabanchel era el centro nacional de presos políticos preventivos, una vez éramos juzgados nos trasladaban a diferentes Prisiones del país, todos éramos juzgados en Madrid, junto a la Puerta del Sol, en la Calle del Reloj, y quien regía éste juzgado era el malhadado “Coronel del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria Enrique Eymar Fernández” que su dios lo conserve en el infierno, en el que siguen creyendo.

Los Camaradas que componíamos nuestro Expediente  “Causa 187-60” fuimos juzgados el día 14 de junio de 1960. En Carabanchel fuimos ubicados en la Tercera Galería, ocupábamos la planta baja, la primera y la segunda, éramos en esos momentos unos trecientos camaradas. En la planta cuarta estaban ubicados los homosexuales, los fascistas tenían la intención de mortificarnos mezclando “comunistas y maricones”. Denigrar era su intención, lógicamente no lo consiguieron porque nosotros los respetábamos igual que ellos a nosotros, salíamos juntos al mismo patio, hablábamos, compartíamos tiempo, espacio, penurias…

En la cárcel, en todas las que estuviésemos, nuestra actitud era atenuar la falta de libertad física con el estudio, la formación política, y continuar organizados políticamente, esto jamás pudieron evitarlo porque seguíamos siendo libres en nuestro pensamiento y en nuestra formación, de todo tipo.

Se hacían clases de gramática, matemáticas, filosofía marxista, francés, inglés, en definitiva, nuestra actividad intelectual en la formación y el conocimiento de lo universal era nuestra ocupación. De la cárcel salíamos con más conocimiento que a la entrada. El que Carabanchel fuese el Centro de presos políticos de toda España facilitaba la tarea del estudio, dado que había camaradas con diversas disciplinas del conocimiento, desde abogados, profesores universitarios, peritos industriales, médicos, artistas como el camarada AGUSTÍN IBARROLA, por ejemplo.

Aprendí algo de francés y gramática. Una anécdota sobre Agustín Ibarrola es que hizo unos bustos de algunos camaradas, con pastillas de jabón, la dirección de la prisión le autorizó la entrada de pastillas de jabón y él procedía a desmenuzarlas en un cubo con agua y cuando el jabón estaba muy reblandecido iniciaba el modelado. Era un placer verle cómo imitaba los rostros de los compañeros. Esta labor la hacía cuando estábamos en el patio y, siempre, bajo la tutela de un funcionario.

La actividad intelectual que desarrollábamos implicaba la necesidad de pedir libros, a nuestra familias, que no siempre autorizaba la Censura de la Prisión, ante las dificultades de que libros que eran de cultura general y sumado a que había camaradas que por su enfermedad precisaban medicinas que la cárcel no facilitaba y ni las autorizaba que las trajeran las familias, se hicieron gestiones con el Director para resolver el problema, pero éste, para justificar su negativa, dijo que los albañiles para qué querían aprender matemáticas. Ante esta actitud se le planteó a la Dirección que si no solucionaban el problema de la entrada de libros, autorizados, y las medicinas, iríamos a una huelga de hambre. Tuvimos que hacerla. Previamente se informó a todas las familias para que se diera la información a nivel nacional e internacional por los medios que se disponían. Tuvo un gran impacto a todos los niveles.

Según íbamos dejando la huelga por ir agotando, cada uno, su resistencia física, fuimos castigados en celdas individuales, proporcionalmente al tiempo de resistencia, y sin salida al patio. Yo sólo pude estar tres días, nos cortaron el agua de la celda para así vencernos por deshidratación, hubo camaradas que llegaron a estar hasta ocho y diez días. Para los que más resistieron el castigo fue muy duro, los llevaron a las celdas bajas, estaban ubicadas bajo el Centro de la Cárcel, encima estaba el Centro de Control. Las celdas nos contaron los compañeros que eran frías y húmedas, sin luz natural, el petate tenían que sacarlo al pasillo al levantarse, con ello evitaban que se pudiese descansar sobre el colchón, tenían que sentarse en el suelo, así pasaron algunos camaradas hasta dos meses de castigo. Cuando iban saliendo y se nos incorporaban estaban muy delgados y demacrados, el castigo fue brutal. Fuimos cambiados de Galería, nos pasaron a una que se llamaba 3ª Correccional, ahora estábamos todos los políticos aislados del resto.

Los domingos nos hacían formar en la Galería para oír misa. Nuestra actitud era estar inmóviles todo el tiempo sin responder a ningún acto propio de esas rutinas, todo el tiempo teníamos que estar de pie, lógicamente. Acabada la mascarada a la que nos sometían, había castigo si no querías estar oyéndolo, nos hacían salir al patio marcando el paso a ritmo de tambor, eso duró tres semanas, a la siguiente comenzamos a salir sin desfilar y ese fue el final de aquella humillación que nos estaban imponiendo.

Pero triunfamos, pronto comenzaron a entrar todo lo que pedíamos y que el Reglamento General de Prisiones no prohibía, así como los medicamentos que, fiscalizados por el Médico, llegaban a nuestros compañeros. Vencimos la zafiedad criminal de los carceleros fascistas.

Otra anécdota que nos inundó de alegría durante un tiempo fue que un Expediente de Camaradas repatriados de la URSS, hijos de los que tuvieron que huir del franquismo por la guerra civil (Imposible recordar nombres) Había entre ellos varios Universitarios de Carrera, Ingenieros, Peritos, y un gran Economista.

Cuando les tocó su turno de ser juzgados, sucedió un hecho de película y muy ingenioso. Todo lo que sucedió lógicamente estaba muy bien previsto. Cuando la guardia civil les entregó en el juzgado, en la calle del Reloj, el camarada economista solicitó ir al baño, y ya no volvió. El truco fue que una mujer, de estatura parecida, familiar, estaba esperándole en el mismo baño, el camarada se vistió de la misma forma, incluida peluca, maquillaje, etc, y abandonó tranquilamente el Juzgado, su familiar también lo hizo en el momento adecuado y….jamás se supo de ellos. Fue una fuga de película y que no podíamos disimular nuestra alegría cuando salíamos al patio. Duró unos días el regocijo.

Con motivo de la huelga de hambre la reacción no se hizo esperar.  A todos los camaradas que tenían mayor nivel intelectual, teníamos hasta un compañero Diplomático, se llamaba Julio Cerón, fueron diseminados por diversas  cárceles del Estado una vez fueron juzgados para cumplir condena.

En  nuestro Expediente fuimos juzgados el día catorce de Junio de 1960, con el número de Causa 187/60. Paulatinamente nos fueron distribuyendo entre la Cárcel de Burgos, El Dueso y Cáceres, donde nos llevaron a los primeros siete más jóvenes de todo el Expediente, donde éramos un total de diecisiete camaradas del área de Madrid y que no teníamos conexión, pues había compañeros del Transporte Municipal, del área de Tranvías, de la Construcción y del Metal al que pertenecíamos nosotros.

Fuimos los primeros en “estrenar” nueva prisión para presos políticos en la Provincial de Cáceres. Éramos siete, en la foto que te he enviado mirándola de frente somos; de izquierda a derecha, Baltasar Martínez Calvo, Alfonso Romero García, Andrés Piñeiro Soto y Fedor Adsuar Casado. Delante; Helios Babiano Rodríguez, Ignacio Ruiz Cortés y Esteban Pulgar Torralba. ( Solo quedamos Ignacio, Esteban y yo, El resto de camaradas se marcharon, siempre los recordaré, los llevo muy dentro.

En esta Prisión también nos esperaban diversas reivindicaciones. Como teníamos mucha información por la convivencia en Carabanchel, con camaradas que ya habían sufrido cárcel, por la lucha, nos transmitieron toda la información posible sobre nuestros derechos y obligaciones legales del Reglamento de Prisiones.

Para empezar, a nuestra llegada a Cáceres, nos alojaron en Celdas individuales, que supimos más tarde que eran las Celdas de castigo que tenía la Prisión. Aquí empezamos nuestra reivindicación primera, sabíamos que el Reglamento determinaba que los presos que pasan a cumplir condena han de ser alojados en Galerías abiertas, es decir, estar todos en el mismo espacio de pernocta, además se nos tenía que dotar del equipo de ropa, tanto de invierno como de verano, por parte de la Prisión y que tenían en el Almacén de equipamiento y que, además, teníamos el derecho a Redimir Pena por el trabajo. Todo ello lo fuimos consiguiendo a base de solicitudes, que no teníamos porqué realizar, pero que nos parecía más acertado seguir un poco lo que se nos imponía, de ese trámite, para no crearnos enfrentamientos, siendo que no teníamos porqué solicitar nada de lo relatado.

Fuimos ocupando los puestos que precisa el mantenimiento de una Prisión, Cocina, Economato, Albañilería, Electricista, etc. En cocina descubrimos que los proveedores de la intendencia alimentaria al hacer la entrega de las vituallas los kilos que constaban en el  albarán no se correspondían con el peso de báscula, los dos Funcionarios que estaban relacionados con este tipo de compras, el del Economato era el responsable de compras y, el de Cocina, el que  elaboraba el menú, hurtaba los kilos que podía, y que lo iba arrastrando de mes en mes y de esta manera la Prisión pagaba muchos kilos que, en realidad, no se habían consumido, y  quedaron al descubierto. Esa corrupción se les acabó enseguida, con los presos comunes no habían tenido hasta entonces ningún problema. En las Cárceles, donde hubiere camaradas, se establecían Comunas para la «interayuda». Todo el dinero y comida que se recibía se juntaba  y después era repartido equitativamente. Esta forma de proceder era innata en todos, y esto nos hacía más solidarios y más fuertes.

Con el tiempo, el contingente de camaradas condenados fue aumentando, llegaron de todas las regiones, cunando yo salí en libertad provisional, al cabo de dos años y medio, fui condenado a cuatro, la Galería estaba a tope de compañeros. La formación y las reuniones orgánicas continuaron con “normalidad”, siempre había algún camarada que estaba de guardia para evitar que en cualquier momento algún Funcionario nos sorprendiera. Nuestra biblioteca privada se fue agrandando, aquí pasaron libros que en Carabanchel no habrían pasado, estos Funcionarios eran menos capacitados y, los libros, por sus títulos, ni los conocían, y no tenían equipo de Censura como tal, el Funcionario responsable de la Escuela ni se preocupaba, era el que tenía que poner el Sello de Censura y con ponerlo ya cumplía, lo que nos hacía un gran favor, sin saberlo. La Biblioteca de la Prisión, que era el aula de la propia Escuela, solo tenía como más interesante, los Episodios Nacionales de Benito P. Galdós. Alguno lo leímos en parte.

Había actividad  de trabajos  manuales variopintos, con cuernos de toro ,hacíamos diversidad de figuras, los  mandábamos comprar en la calle a un preso común que hacía de recadero. ( A un preso común que le quedara muy poco tiempo de condena, y que era de confianza, le destinaban para hacer compras para el resto de los internos y con ello también redimía pena por ese trabajo). De esta manera teníamos todo tipo de materiales para realizar diversidad de trabajos.

Recuerdo, que a nuestra llegada a la Prisión, los Funcionarios nos miraban como con cierto recelo y desconfianza. Suponíamos que pensaban que éramos terroristas o algo así, el nombre de “Comunistas” debía de hacerles estar en guardia por lo que el Régimen fascista hizo creer a las gentes sencillas, estas personas, la mayoría mayores y, adictos al Régimen, era lo normal en todos ellos. Cuando fuimos ocupando los puestos en las diversas áreas y comenzaron a conocernos, fueron bajando la guardia y a tratarnos como lo que éramos, personas que, por lo que estábamos allí,  era por luchar por una sociedad más libre y más justa, con ello y por nuestra conducta y responsabilidad, nos hicimos respetar y no tuvimos problemas con ellos.

En este breve relato de memoria en Prisión, quiero recordar a un camarada andaluz, de Córdoba, que cuando llegó nos enteramos por los camaradas se su Expediente, que había sufrido una tortura salvaje, era maestro de escuela, y fue torturado estando colgado de  las muñecas esposadas. Sus muñecas estaban circundadas  por unas cicatrices enormes. Su grado de tortura fue tan grande que llegó ya con la cabeza trastornada, perdió la razón, tubo que ser trasladado a un Siquiátrico. Fue lo más cruel y duro que pudimos ver y sufrir. Su imagen siempre me acompaña en el recuerdo.

No podemos bajar la guardia contra el fascismo, lo volverán hacer si tienen oportunidad».

Alfonso Romero García

1 comentario en “Breve relato del proceso de prisión”

  1. Otra más de las historias del fascismo criminal. Fueron muchas, muchísimas, miles y miles. Imposible conocerlas todas, pero algunos hace bastantes años que hemos sabido de su existencia y ha habido estimonios claros de las mismas. El que no se enteraba de esto era porque o era fascista o no quería enterarse. Hay mucha gente que no quiere recordar porque no hicieron nada jamás para esclarecer esto y acabar con la ignominiosa dictadura. Sus hijos son los que andan por el PP y Vox. Lo terrible ahora es que muchos que son trabajadores están dando votos a estos miserables que estarían encantados de volver a imponer sus ideas al precio que fuese.

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