Las tiendas de Barrio

Alguien me pidió que escribiera algo para este periódico digital, y me pareció que lo mejor era comentar como ese alguien anónimo influye en la vida de muchas personas.

Hace años que vinimos a vivir a Sanse, y nos instalamos cerca del monumento a los Toros. Poco a poco fuimos conociendo el barrio y frecuentando algunas tiendas, de esas de toda la vida, que te recuerdan a las de antaño.

Con unas intimas más que con otras, pero descubres, que cuando todas las mañanas levantan sus persianas o abren sus puertas, están ahí para ofrecernos una sonrisa y lo mejor de ellos, a pesar de esta crisis que tanto y tanto nos pesa.

De la mayoría no sé sus nombres, pero si conozco sus caras, la de algunos clientes habituales. Permitidme que me detenga en una tienda, que frecuento casi a diario y que por ello siento un poco mía.

Esto es así, pues al cruzar la puerta, recibes un amigable “¡buenos días!”, y coincides con gente desconocida que con el paso del tiempo ya no lo es tanto. Es lo que mi madre diría, “una tienda de ultramarinos donde se vende calidad y se da calidez”.

Y es así, como nos enteramos de la preocupación de una madre al marchar su hijo a trabajar al extranjero, y lo mejor es…que celebras su vuelta a casa.

De la alegría de una abuela ante la visita o el nacimiento de sus nietos, y lo mejor es… que con el tiempo les ves correteando por la tienda.

O de echar en falta a alguna clienta ante una enfermedad, y lo mejor es… verla entrar por la puerta, ya recuperada.

Y así, sin querer nos vamos conociendo y sabiendo de nuestras vidas.

 Ahora solucionamos la política, la educación e incluso la economía.

Ahora compartimos alegrías, preocupaciones, ilusiones y más.

Ahora intercambiamos libros, recetas y confidencias.

Ahora ya, no somos desconocidos, nos saludamos fuera de la tienda

y seguimos compartiendo nuestras vidas.

Ahora… son y es, también, mi barrio.

Y me encanta encontrarme por la calle con ese abuelito que viene tambaleándose apoyado en su cachaba y me dice, “hola bonita”, o con la quiosquera que reparte alegrías deseándote suerte, o cuando mis niños van a comprar, y reciben el mismo cariño que yo encontré, a su misma edad, en mi tierra.

En ese pequeño espacio, la vida fluye y las personas van y vienen, como yo, pero al igual que aquella niña que fui y recuerdo ese chuche regalado, esa palabra bonita dedicada, o esos buenos deseos en la despedida, sé que gracias a tiendas como esta, mis niños algún día, también recordarán a las gentes de este barrio como parte muy importante de su pasado.

Ojalá esta crisis les de tregua, pues sabemos los esfuerzos que hacen cada día. Y que a veces, cuando bajan sus persianas o cierran sus puertas, sus sonrisas también quedan a ras de suelo. Es por eso que les agradezco que estén ahí, a pesar de los pesares, haciendo de lo imposible algo real y maravilloso. Gracias.

P.D. Cuando se desdibujen vuestras sonrisas y ánimos, no dudéis en tomar las nuestras prestadas.

UNA CLIENTA SATISFECHA