Volvamos al apocatástasis de la Naturaleza

Al Esclavismo, Feudalismo y Capitalismo, a todos, les une un denominador común, reprimir a las clases populares y trabajadoras y aplastar todos los intentos de los/as trabajadores/as por librarse de la explotación del hombre por el hombre.

En la segunda mitad del siglo XVIII se inició la Revolución Industrial y, con ella, el comienzo de la depauperación del Planeta y su biodiversidad, es decir, la contaminación atmosférica, de los mares, los acuíferos y la Tierra.

El Capitalismo nace a finales del siglo XV y principios del XVI, cuyo fin es que el capital crezca, utilizando para ello la explotación infantil, de hombres y mujeres, con jornadas sin horarios.

En más de cinco siglos, esta sociedad capitalista ha llegado hasta nuestros días con sus principios inalterables y, a mayor gloria suya, los ha ido mejorando y optimizando, valiéndose del proceso científico, corruptelas, y el latrocinio, para que la explotación y el capital siga creciendo sin límites.

Tras tan largo periodo de tiempo del “Sistema de Economía de Libre Mercado” es un imperativo preguntarse: ¿Éste sistema ha promocionado, en algún lugar del Planeta, la libertad y la igualdad social y económica para todos los ciudadanos…?

Además, para que el capital crezca, el Sistema estableció varias premisas para su sostenimiento en el tiempo, porque sus contradicciones las han solucionado siempre con las guerras. Así, crearon; 1) El Derecho a la Propiedad privada de la Tierra (siendo ésta de propiedad Universal, porque ningún ser humano la ha creado, somos el resultado de miles de millones de años de evolución, mal que les pese, de la vida del Planeta, incluidas todas sus riquezas naturales, de las que también somos copropietarios naturales); 2) La Propiedad privada de los medios de producción; 3) Controlan la extracción de todas las materias primas naturales, su transformación, la distribución, el establecimiento de los precios, y, para ello, han creado grandes Monopolios, nacionales e internacionales, incluidos grandes Oligopolios con la comercialización global, sin que los Estados intervengan demasiado porque, además, en su mayoría, dominan los Gobiernos que ellos mismos conforman, incluso bajo el barniz de “democráticos” y monarquías corruptas.

La indolencia y la crueldad del capitalismo no tiene límites, su histórico y permanente desprecio del mundo del trabajo, de la pobreza, del hambre, de la marginación social son su ADN.

No están dispuestos a compartir, ni lo que les sobra, aunque fuese en el nombre de ese dios al que dicen adorar. Si les pides que ayuden al pueblo, al que le están robando parte de la plusvalía que les pertenece, te amenazan con marcharse del país. El mundo del trabajo sólo tiene una salida, plantarse y, que un Gobierno democrático y progresista, nacionalice las empresas que son estratégicas para la seguridad del país, está contemplado en la Constitución.

Como el principio del Sistema es “hacer crecer el capital”, con su ambición desmedida y criminal contra el resto de los desheredados de la Tierra, han provocado la actual crisis global del Planeta. Hace más de cincuenta años que los científicos concienciados avisaron, con datos, del futuro cercano que se avecinaba. Nuestro Planeta lleva muchos años dando señales, cada vez más graves, de convertirse por la acción de la contaminación planetaria del CO2, en una caldera hirviente, con sequías e inundaciones alternativas e imparables.

El capitalismo mundial, en su ciega y ambiciosa carrera por la acumulación de riqueza material, nos está llevando al autosuicidio colectivo. Lo ponen de manifiesto los incendios colosales y las inundaciones “diluviales” con las consiguientes hambrunas, las migraciones crecientes y masivas por la supervivencia, muriendo por miles en sus infernales travesías y siendo rechazados por los países ricos, en actos de lesa humanidad.

El mundo del trabajo, mujeres y hombres, ciudadanía, todos, tenemos que alzar nuestra voz, unánime, universal y solidaria contra esta nueva forma de esclavitud que nos está arrastrando a la catástrofe global y proclamar que tenemos alternativa y, esa es, el Socialismo.

Michael Löwy, sociólogo Franco-Brasileño, escribe en el Observatorio de la Crisis sobre la catástrofe ecológica inminente: “Es la civilización industrial capitalista moderna quien es responsable de la acumulación de CO2 en la atmósfera y, con ello, del calentamiento global. ¿Qué es el Socialismo? El ecosocialismo se reclama de Marx pero rompe de forma explícita con ese modelo productivista. Ciertamente, la apropiación colectiva es indispensable, pero es también necesario transformar radicalmente las mismas fuerzas productivas: a) cambiando sus fuentes de energía (renovables en lugar de fósiles) b) reduciendo el consumo global de energía; c) reduciendo (decrecimiento) la producción de bienes y suprimiendo la actividades inútiles y perjudiciales -pesticidas, armas de guerra-; d) poniendo fin a la obsolescencia programada. El socialismo implica también la transformación de los modelos de consumo, de las formas de transporte, del urbanismo, del modo de vida. En resumen, es mucho más que una modificación de las formas de propiedad, se trata de un cambio civilizatorio, basado en los valores de solidaridad, igualdad y respeto a la naturaleza.

La civilización ecosocialista rompe con el productivismo y el consumismo para privilegiar la reducción del tiempo de trabajo y, así, la extensión del tiempo libre dedicado a las actividades sociales, políticas, lúdicas, artísticas, eróticas,… Marx designaba ese objetivo con el término, «Reino de la libertad».

El mundo del trabajo, globalmente, debe tomar posición, y al grito de ¡¡ Basta ya !! ¡¡Se acabó!! ponerse en pie de lucha, pacífica, por ese mundo posible que late en la consciencia global de todos los humillados del Planeta.

“El Apocalipsis lo causará el Capitalismo, no las máquinas”, sostuvo Stephen W. Howking.

Apocatástasis: Retorno de todas las cosas o de cualquiera de ellas a su primitivo punto de partida (definición RAE)

Alfonso Romero