Parque de la Marina

Después de treinta años y tras habérselo comprado al Ministerio de Defensa (esto en uno de esos regímenes trasnochados de la época de la guerra fría no habría ocurrido, algún alto burócrata habría intervenido para que el trasvase de propiedades entre administraciones públicas hubiera salido gratis), el ayuntamiento de Sanse se ha hecho con la propiedad y con la gestión del Parque de la Marina. Finalizan los tiempos de la reivindicación y de la pelea, de las negociaciones y de la presión con y al ministerio de Defensa, y aunque ni mucho menos es desdeñable el esfuerzo, creo que lo realmente difícil viene ahora. Porque ahora toca proponer, luego decidir y por último construir, y esto es un trabajo que hecho desde la izquierda, desde un gobierno autoproclamado de izquierdas, siempre es mucho más laborioso, requiriendo de la participación de mucha más gente.

Es un proceso que debe de tener y debe basarse en dos líneas evidentes y fundamentales, siendo la primera de ellas, el cómo hacemos el nuevo Parque de la Marina. A este respecto, el  ayuntamiento ha realizado un proceso de participación ciudadana a través de una página web municipal –www.conquistalamarina.es– donde todos los vecinos del municipio podían volcar y hacer llegar al gobierno local sus ideas y propuestas para el futuro parque. Existen muchos nuevos ayuntamientos, llamados del cambio, que han iniciado una serie de procesos similares al de nuestro pueblo, dando la posibilidad a sus habitadores de participar en la toma de decisiones sobre asuntos con cierta trascendencia. Alabo la buena intención, pero como viejo gruñón, me muestro escéptico sin apenas relatividad. Porque aunque es cierto que en un proceso posterior está previsto la convocatoria de mesas sectoriales y foros-debate donde se cribará y se concretará lo propuesto en la primera fase, no lo es menos que la experiencia me invita a pensar que el elemento democrático, el elemento participativo, se irá diluyendo y se le irá apartando cual futbolista de toque y amigo del juego colectivo, pero escaso de efectividad y verticalidad en opinión de su entrenador, que preferirá alinear al jugador directo y menos propenso a asociarse, pero mucho más resolutivo. Es un discurso que escucho muy a menudo para justificar el tijeretazo a la democracia participativa: “sí, está muy bien que el pueblo decida, pero el tiempo pasa, no nos ponemos de acuerdo y hay que ser prácticos”. Veremos, espero equivocarme.

Y un muy breve segundo apunte sobre el cómo se debería hacer el parque; sugiero al gobierno plural, que evite la tentación de introducir capital privado a cambio de algún buen pedazo del mismo. Ya se sabe que los inversores mucha imaginación no tienen a la hora de aprovechar grandes espacios públicos, se les escapan las musas más allá de la rentabilidad económica. Así que parque público, de uso público, con inversión 100% pública y a empezar a hacer las cosas de otra manera.

Voy con el qué hacer en el parque. Tengo algunas ideas que tal vez sean poco originales, similares a otras muchas que habrán propuesto los buenos vecinos de Sanse; a saber, casas varias, de la cultura, de la juventud, de los mayores…  pistas deportivas, comedores y salas de fiestas populares, parques, un bosque que trasplante un pulmón y un corazón verde al grisáceo casco urbano de Sanse. Muchas y buenas propuestas que reflejan las ganas de los sansebastianenses por intervenir en su pueblo, por mejorarlo y por intentar que Sanse se parezca a su gente y que esa gente sea mucho más de Sanse. Yo voy a pedir solamente una cosa, y es pedir que no proponer, porque lo que solicito es algo más abstracto, perezoso, poco trabajado, y por lo tanto no da para alistarlo en el ejército de las propuestas. Me gustaría que el Parque de la Marina hiciera bonito a mi pueblo, o que al menos aportase un buen montón de teselas para un formidable mosaico. Los pueblos no se hacen bonitos de la noche a la mañana, o al menos me gustaría creer que no son sólo bonitos los que poseen edificios y patrimonio abundante y bien cuidado del S. XVI, o del XVII, o del XIX. No hay que resignarse, el hombre del XXI puede y debe construir pueblos bellos, patrimonios del futuro, visitables y admirados por los del lugar y por foráneos, y evidentemente sin la necesidad de correr ni de tener que terminarlo en una o dos legislaturas. Tenemos y tendrán toda la vida, pero es un buen momento y un buen lugar para empezar.

Sostenible sí, bien dotado sí, participativo sí, pero bonito también.

Ernesto