Para vencer hay que avanzar

Decía el V Regimiento el 20 agosto de 1936, en un artículo de su diario Milicia Popular, titulado “El moderno combate de infantería” que “jamás el combatiente de infantería, y menos el miliciano, debe apegarse al terreno o árbol que le proteja; aquello no debe ser más que una detención accidental” (…) “Esto no quiere decir que el avance sea una cosa alocada y sin dirección, bien al contrario (…) lo que digo y recalco es que el combatiente ha de tener la convicción en todo momento de que es necesario avanzar, que está tanto más cerca de la victoria cuanto más lo esté de su enemigo y que no ha de encariñarse con el sitio que accidentalmente ocupa.”

Por suerte, el moderno combate de infantería no requiere de nosotros y nosotras hoy en día el ingente esfuerzo humano que supuso para nuestros abuelos. Pero he querido rescatar estas citas, que me resultan inspiradoras a la hora de trazar la táctica que nos permita finalmente conseguir unos objetivos políticos bien concretos y en buena parte comunes a los de nuestros abuelos y abuelas; la emancipación de las mayorías trabajadoras y la creación de un estado social que nos permita ser dueños y dueñas de nuestro destino. Eso, sin duda, incluye pasar por la derrota política de quienes llevan siglos adueñados de unas tierras y unas voluntades de las que jamás han sabido estar a la altura.

El moderno combate de infantería evoluciona con el tiempo. Nadie en el V Regimiento esperaría que se usasen permanentemente las mismas herramientas para abordar diferentes retos políticos y sociales. Debemos ser capaces de leer, sin dogmatismos, cuál es la voluntad de las gentes del estado para servir a tal propósito de la forma más útil que tengamos a nuestro alcance. La política al servicio de las mayorías sociales, nunca al contrario.

La propia evolución de los tiempos, las experiencias acumuladas, las derrotas y las victorias nos muestran un camino que a día de hoy se aleja de experiencias revolucionarias y se acerca a sendas más políticas y templadas. Habrá quien considere que esto no es así y que mi lectura de las condiciones materiales revolucionarias es incorrecta. Respetaré siempre el camino de la gente que lucha y trabaja, pero con modestia, reclamaré el mismo respeto y recordaré las palabras de nuestros abuelos, con las que empezaba el artículo “siempre avanzar y nunca encariñarse con el refugio accidental”. Resistir zarpazo a zarpazo el ataque del neoliberalismo no es suficiente. Hay que salir de la zona de confort y del refugio accidental que han supuesto las derrotas del pasado para mirar al rostro del enemigo y avanzar posiciones hacia su encuentro. Comerle el terreno que pisan las élites económicas es imprescindible. Por todos los medios a nuestro alcance. Allá donde estén.

Desde la izquierda, en muchas ocasiones, y lo digo por experiencia propia, hemos estado muy cómodos en un refugio accidental. Sabedores de que el plano teórico nos da la razón y con la soberbia del intelectual perdedor, hemos pecado, yo el primero, de ser excesivamente anacoretas. Sabios escondidos al refugio de nuestros libros y nuestra penitencia, esperando el momento correcto en que las condiciones materiales aparecieran. Siempre esperándolas. Sin avanzar. Retrocediendo, de hecho. Cometiendo dos de los peores pecados del materialismo dialéctico; no comprobar nuestras hipótesis con la realidad o, peor aún, insistir en la práctica de lo que se ha demostrado inocuo.

Hay una generación de jóvenes antifascistas, progresistas, demócratas entre la que me incluyo que necesitábamos algo más que esperar. Cometer nuestros propios errores y nuestros propios aciertos. Necesitábamos pasar a la acción política y avanzar, aunque a veces si haya sido de forma alocada, pero necesitábamos un punto disruptivo con el encorsetamiento que la teoría clásica y las dinámicas heredadas nos imponían. Sin despreciarlas, pero adaptándolas a las condiciones materiales y objetivas del siglo XXI. 

En esas, aparece el 15M y poco después Podemos, que enseguida y no sin pagar un alto precio, se convierte a nivel estatal en Unidas Podemos. Los chicos y chicas que querían avanzar lo han hecho, ¡vaya si lo han hecho! Fue necesario inventarse, para ello, una nueva herramienta que sirviera a los intereses generales del pueblo y que se ha demostrado de utilidad para agudizar las contradicciones del neoliberalismo en general y del PSOE en particular, arrastrándole temporalmente hacia la izquierda. Formamos parte del Gobierno de la España más progresista desde 1936. Con sus contradicciones. Con sus victorias. Con sus cuadros políticos formados en las universidades, pero también en los Centros Sociales, bien pegaditos a la calle y a la realidad de la clase trabajadora. Con la caverna capitalista poniendo a trabajar sus fortunas para escupir veneno y amenazar con sacar a la bestia de una manera que el que escribe no recordaba. 

Pero aún no es suficiente. Nunca va a ser suficiente avance. Aún hay mucho campo de batalla política por conquistar y es ahí donde necesitamos que la moral de combate político de cada lector o lectora de este artículo se active y avance en formación de tortuga, protegiendo a quien está al lado, aun sin estar totalmente de acuerdo, pero avanzando juntos y juntas. Ellas, las derechas, esto lo comprenden muy bien, y actúan en consecuencia.

La gente de derechas vota más. No es sólo un mantra, los números lo respaldan. Es evidente que entre la derecha española hay una buena parte que desea la vuelta del fascismo militarista. Que no cree en la participación democrática universal. Pero aun así votan. Por egoísmo. Por sacar adelante sus negocios, colocando a sus amiguetes como gobernantes. Por puro anticomunismo. Por clasismo y pertenencia de grupo. Por herencia. Aunque Vox les sepa a poco. Votan. Ellos siempre votan.

Según el CIS, en un estudio referente al voto en las pasadas elecciones de noviembre de 2019, la gente que, de forma subjetiva, se identifica como clase alta o muy alta, tiene claro que ejercerá su derecho al voto en un 85,5% de los casos.

Esta cifra baja hasta el 78.5% para quienes se identifican subjetivamente con la clase trabajadora, obrera o el proletariado y hasta el 66.5% para quienes lo hacen con clase baja o pobre.

Dos ejemplos contrapuestos de las pasadas elecciones de noviembre de 2019 en Madrid: La Moraleja, una de las zonas más ricas de España, 83% de participación electoral, de media. Similar para el Barrio de Salamanca.

Vallecas, barrio obrero por excelencia. Existen distritos electorales donde la participación no supera el 47% como techo participativo.

Dicho de otra manera, sin contar votos nulos ni blancos, de los 10,5 millones de abstenciones que hubo en las pasadas elecciones nacionales de noviembre de 2019, casi 2,7 millones de abstenciones pertenecían a compañeros y compañeras que subjetivamente se identificaban como de izquierda, muy de izquierdas o de extrema izquierda.

A grandes rasgos, hay casi 3 millones de personas de izquierdas, con toda la amplitud del término, que prefieren quedarse en casa antes que ir a votar. No todo se ha hecho bien, ni mucho menos. La vida política es contradicción, y en ella navegamos. Pero creo que a veces nos castigamos excesivamente a nosotros y nosotras mismas. Es de comprender, no digo que no. La dignidad es lo único que tenemos los trabajadores y si alguien ha sentido que se la ofende, es a mí entender imperdonable. Pero no es menos cierto que debemos observar el campo de batalla política en su conjunto. Subirnos a una altura próxima y mirar al horizonte. Adelante y atrás. Trescientos sesenta grados. Contemplar las opciones y tomar una decisión que le reste terreno a las élites y no se lo ceda. 

Se hace imprescindible avanzar de nuevo. Tomar cada herramienta que esté a nuestro alcance para arrebatársela a los piratas de los mercados. Todo el terreno que regalemos por uno u otro motivo costará años recuperarlo. Cada barrio obrero que acabe identificándose mayoritariamente con Vox, costará mucho esfuerzo colectivo volver a liberarlo. Es absolutamente necesario frenar el avance de la extrema derecha en los barrios obreros. Y para eso existen a nuestra disposición, hoy en día, varias herramientas muy potentes que irritan y desgastan especialmente al fascismo nacional porque no tienen armas para combatirlas. Eso nos indica claramente que nos son de utilidad y que debemos perseverar en ellas. La primera, es la defensa de lo público. La crisis del COVID deja muy en entredicho los planteamientos liberales de gestión pública. La falacia de lo privado como ejemplo de gestión se desmorona. Otra esencial es el feminismo. El crucial papel que tiene la lucha de las mujeres por la igualdad dentro de una sociedad democrática, será cada vez más importante las conquistas sociales de los próximos años. La tercera, el cuestionamiento a la jefatura del estado y al marco territorial. La cuarta son los movimientos sociales. Necesitamos, como siempre hemos necesitado, estar en la calle, en las asociaciones, en los centros laborales y de estudio. Necesitamos ser propositivos y aportar soluciones reales a los problemas reales de la gente. Hablar de política no desde el plano teórico exclusivamente, sino esencialmente desde el práctico. Politizar con el ejemplo. Es nuestra seña de identidad, donde hemos crecido, donde hemos luchado y donde debemos seguir participando, acompañando y trabajando con humildad. La última, sin duda, es Unidas Podemos.

Y es que Antifa significa ataque. Cuando era más joven usábamos esa consigna como definición absolutamente intuitiva del camino por dónde debíamos avanzar y por el que seguimos transitando. Nos funcionó. Han pasado muchos años, y aunque usemos otras herramientas políticas, el lema nos sigue sirviendo para expresar a modo de píldora condensada lo que os quería transmitir con este artículo y al mismo tiempo es de utilidad para reforzar nuestra moral colectiva, nuestro nosotros, nuestra capacidad de seguir siendo un grupo cohesionado, motor de importantes cambios sociales en este país, que aglutine a todas las familias dentro de la izquierda estatal. Todas. Tenemos que estar todas. 

Antifascismo significa ataque. Avanzar es vencer. Sigamos. 

*** Artículo ya publicado en »El Otro Pais».     

    Juan Angulo Cenjor (Portavoz del Grupo Municipal  de Podemos en San Sebastián de los Reyes)