Libros, más necesarios que nunca.

Una sociedad que se moviliza contra el cierre de bares, cafeterías y restaurantes, acostumbrada al aperitivo de sábado y domingo en los lugares de más ambiente del barrio, ciudad o pueblo y que mira sin interés cómo cierra la última librería del lugar por falta de actividad y negocio, da mucho que pensar y no precisamente bien.

Valentín García, portavoz de la Asociación de Pequeñas Librerías de Madrid, afirmó en junio del año pasado: «Cerraremos el 90%». Si al Coronavirus le sumamos la menor afición a la lectura en un país que consume de media 4,45 horas de televisión a diario, la situación para el sector no es nada halagüeña. Tampoco ha crecido el número de lectores en las bibliotecas públicas municipales, que observan como sus instalaciones son utilizadas para estudiar y preparar oposiciones y exámenes de toda clase. Sólo dos visitantes de cada cien piden un libro en préstamo. Malos tiempos para el conocimiento…
 
Es ahora cuando se hace más necesario aprender para comprender, a pensar a través de los libros. No es sólo el texto académico de donde aprendemos. Cualquier libro que provoque una pregunta que desemboque en otra es digno de atención. Con todo el respeto.

Esa atención y respeto, que no merece una sociedad cada vez más dependiente de conocimiento dirigido y planificado, para no poner en duda el Modelo Social de Vida ni el Modelo Económico dominante, que prefiere tener una sociedad alienada en lugar de otra que ponga en duda el actual modo de convivencia. La realidad de la calle se ignora, dando protagonismo a lo más absurdo y trivial, que desvíe la atención de la triste realidad.

Pedro Mayor