«Generosos» donantes para la reconstrucción de Notre Dame

Dejando aparte mis opiniones personales sobre la Iglesia en general, es una desgracia que un edificio tan emblemático e histórico sea destruido por el fuego.

La Catedral de Notre Dame, uno de los emblemas del gótico e insignia cultural parisina, sufrió un voraz incendio, hay quién dice que provocado por Quasimodo, si así fuese, está  «jorobado» lo de Notre Dame, pues se calcula en más de un 60% los daños sufridos. Y Dios ni se enteró por estar de vacaciones  en su Semana Santa.

Desde su construcción en el siglo XII, se empezó a construir en 1160 y fue terminada en 1272, la historia de Notre Dame ha estado relacionada con Francia, y entre sus muros se celebraron acontecimientos de suma importancia: la coronación de Napoleón Bonaparte, de Enrique VI de Inglaterra y la beatificación de Juana de Arco.
 
No puedo evitar mi indignación, y nunca mejor dicho, me incendia por dentro que esta Europa de la austeridad y los recortes, inste a todos los estados miembros a contribuir en la reconstrucción de la catedral parisina, e incluso que sus diputados donen el sueldo de un día. La misma Europa que prohíbe a un barco como Open Arms rescatar a náufragos, personas condenados a una muerte segura si no se les rescata, la que consiente campos de refugiados donde se hacinan miles de personas en condiciones infrahumanas, sin esperanza alguna de mejora.
 
Es lamentable la «inercia» de los grandes grupos financieros, de las grandes fortunas francesas, se han recaudado unos mil millones de euros en tan solo tres días, frente a la «miseria social». Todos estos mecenazgos les supone unas deducciones fiscales de hasta un 75%. Hay quién a propuesto que Notre Dame sea declarada «Tesoro Nacional», lo que significaría que las ventajas fiscales sobre donativos podrían llegar al 90%. Que la oligarquía done para Notre Dame, puede estar bien, pero mejor sería que lo recaudado se destinase a «restaurar la catedral humana de las personas necesitadas». Esos oligarcas a los que se les acusa de apatía frente a la miseria social de gran parte del pueblo, negando sistemáticamente mejorar las condiciones salariales y de trabajo, alegando que no hay dinero para responder a la urgencia social.
 
Tristemente, y con toda seguridad, estas grandes fortunas con sus donaciones, pasarán a ser héroes nacionales, y será el contribuyente el que pague la mayor parte de la reconstrucción de la catedral con sus impuestos, y los ricos serán quienes tengan la gloria.
De todos modos, y tal como pienso, entiendo que debería ser la propia Iglesia, con su incalculable capital, la que sufragase la reconstrucción. ¿Porqué siempre piden que se les paguen sus desgracias? ¿A caso alguna vez la Iglesia ha participado económicamente ante alguna catástrofe? Con una pomposa Santa Misa el día de la «inauguración» a la que asistirán «los generosos donantes» y gran parte de la clase política europea, todo solucionado.
 
Kike