Cuando Sanse se fundó con un grito de libertad

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Mañana, 2 de mayo, se conmemora otro año más una fecha muy especial, la de la fundación de Sanse, nuestro municipio, en este caso hace ya 527 años.

El día 2 de mayo es una jornada que, indudablemente, trae a la memoria de los madrileños un agradable y amargo recuerdo, un recuerdo de lucha y de resistencia.  Sin embargo, más de 300 años antes de la heroica gesta del pueblo madrileño aquel 2 de mayo de 1808, que es ya fiesta regional en nuestra Comunidad, otro pueblo de la actual Comunidad de Madrid, nuestro Sanse, protagonizaba un 2 de mayo su día más importante, su día grande, su día de resistencia, y un día que sin duda alguna debe ser al menos rescatado de la memoria por ser probablemente el primer gran movimiento campesino de toda la historia de Madrid.

 

1) El nacimiento de San Sebastián de los Reyes y la Alcobendas de finales del siglo XV

El 2 de mayo de 1492, el pueblo de San Sebastián de los Reyes inicia la independencia formal de la cercana villa de Alcobendas a la cual pertenecía, al escapar algunos vecinos de dicha localidad de la presión fiscal y los excesos de su señor feudal Juan Arias Dávila (que, desde su castillo ubicado en Torrejón de Velasco dirigía con mano de hierro sus amplias posesiones en la región, entre ellas la de Alcobendas) contando para ello con el apoyo y protección de los Reyes Católicos  (de ahí el posterior nombre de la localidad).

A mediados del siglo XV, la vida cotidiana en la villa de Alcobendas se hacía difícil para muchos vecinos de esta villa, que veían como de una forma cada vez más insostenible, el señor feudal, Juan Arias Dávila agobiaba con altísimos gravámenes a los vecinos de la localidad, condenando con duras penas a cualquier intento de protesta o rechazo de esta situación.

Cabe destacar que, al igual que muchas otras villas y ciudades de época feudal, la villa de Alcobendas tiene su origen en la jurisdicción señorial típica de la época feudal, cuando en el siglo XIV el rey Enrique II de Castilla cede a Pedro González de Mendoza un amplio señorío, un pequeño imperio al norte de la villa de Madrid, formado por  Buitrago, el Real del Manzanares, el sexmo de Lozoya, y las aldeas de Barajas, Cobeña y Alcobendas, ésta última en manos de la todopoderosa familia Mendoza hasta que en 1457 pasa a manos de Diego Arias Dávila, bajo cuya familia quedará vinculado el Señorío de Alcobendas hasta la supresión de éstos en el año 1811. 

Esta situación concedía al señor feudal amplísimos poderes, típicos del feudalismo, como eran el monopolio por parte del señor feudal de la economía, de la justicia y de la política local. Eran épocas en las cuales el poderío de los señores feudales hacia sombra a la aun incipiente y escasa autoridad de reyes y soberanos que luchaban por hacer valer su autoridad y su primacía.

De esta manera, en Alcobendas, como en tantos otros señoríos jurisdiccionales, el señor local Arias Dávila gravaba con altos impuestos a los siervos, labriegos, jornaleros y ganaderos, especialmente a aquellos dedicados a las tareas de pastoreo y ganadería. Además de ellos, el señor feudal dictaba la jurisdicción en la localidad y obtenía el monopolio total de la violencia, representada simbólicamente en la localidad en el llamado “Cerro de la Horca” en las laderas de lo que posteriormente sería el núcleo primitivo de San Sebastián de los Reyes, y en el cual se localizaba la horca o lugar de ajusticiamiento público de aquellos que hubieses incumplido la legislación.

Fruto de esta situación de tensión fiscal y jurídica, en la cual las deudas económicas de Arias Dávila deben ser pagadas por sus siervos alcobendenses con su patrimonio, estalla definitivamente un enfrentamiento entre una serie de campesinos, jornaleros, y ganaderos de la localidad, liderados entre otros por Pedro Rodríguez “El Viejo”, Francisca “La del Bartulo”, Andrés Rodríguez, Juan de Vallecas, Pedro Retamo, o Pedro Mendaño, y su señor feudal, Juan Arias Dávila.

Inmediatamente , y con el objetivo de evitar nuevos abusos, se dirigen a las afueras de la localidad, a lo alto de un cerro donde ya existía una ermita en adoración a San Sebastián Mártir (cercana al llamado “Cerro de la Horca” , en torno a las calles Mayor, Clavel, San Vicente, Victoria, San Roque y Paz ) , fundando allí las primeras cabañas de ganado y pastoreo, siendo este el oficio más común del pueblo trabajador que era el que conformaba la totalidad de los primeros sansebastianenses, y que posteriormente en el siglo XIX ( un periodo romántico de la historia en la cual se hacía necesario volver a las grandezas de la época medieval) fueron ensalzados por los historiadores locales como Laureano Montero o Leopoldo Jimeno, los primeros grandes historiadores y cronistas modernos de la localidad, tratando de dotarles de aun áurea de majestuosidad justificada, la del pueblo trabajador y productor que se rebela con su fuerza de trabajo, en contraposición a los señores feudales y sus actitudes tiránicas para con sus vasallos.

Como dijimos, debido a esta apresurada huida en los primeros meses del año 1492 que condujo a la fundación del primer núcleo poblacional en el Cerro de la Horca, el señor local Juan Arias Dávila, desde su feudo y castillo de Torrejón de Velasco (no sería ya hasta el siglo XVI cuando los Arias Dávila levantan un casón palaciego para ellos en el centro del municipio, junto a la Iglesia Parroquial) junto con su más firmes partidarios no tarda en acudir a quemar las primeras casas de los sansebastianenses y prender a los rebeldes, en un acto de rechazo a la soberanía inicial de los huidos, anteriormente bajo su jurisdicción y dominio y con el objeto de tratar de impedir cualquier tipo de pérdida territorial.

Así, en los años finales del siglo XV, la villa de Alcobendas se convirtió en un auténtico campo de batalla entre partidarios y detractores de la independencia de la villa cercana durante estos días, en los cuales la incipiente soberanía de los insurrectos fue eliminada de facto por el señor local y sus partidarios, que no dudaron en encarcelar a todo aquel contrario a esta situación y perseguir por los territorios aledaños de la villa a los restantes fugitivos con el objetivo de acabar cuanto antes con el primer gran cisma interno de la localidad.

Sin embargo algunos vecinos consiguen escapar a esta persecución, y teniendo noticia de la cercana presencia del rey Fernando el Católico en la cercana villa de Alcalá de Henares, se apresuraron a su encuentro en uno de los actos más conocidos y simbólicos (incluso heráldicamente) de este episodio, dándole alcance en el conocido como Puente de Viveros, situado sobre el río Jarama, entre Madrid y Alcalá de Henares (de ahí el puente sobre el río que figura en el escudo local) exponiéndole sus quejas ante aquella situación y obteniendo a cambio el respaldo regio. Así, pocos días después, el 2 de mayo de 1492 nacía oficialmente bajo protección real y como villa de realengo el pueblo de San Sebastián de los Reyes, con su posterior reconocimiento de ciudadanía el 27 de agosto de 1492, pese a las airadas protestas del señor local de Alcobendas.

A pesar de ello, el que posteriormente sería conocido como Conde de Puñonrostro no fue ni mucho menos un personaje despreciado por la monarquía, a pesar de las rivalidades derivadas del nacimiento de Sanse, llegando a ser, en 1523, premiado por el monarca Carlos V como «Conde de Puñonrostro» con el objeto de agradecer sus servicios al bando imperial en la rebelión comunera de Madrid.

 

2) ¿Intereses económicos o grito de libertad?

Sin embargo, en todo este proceso histórico, habría que cuestionar un papel hasta ahora no cuestionado por la historiografía local de San Sebastián de los Reyes, en torno a los intereses real de la monarquía castellana en este episodio.

Recurrentemente (y al igual que ha sucedido con la glorificación de los primeros habitantes del pueblo) se ha tendido a ver la actuación de los soberanos de Castilla y Aragón con respecto a la independencia de Sanse como un gesto exclusivamente piadoso, ideológico, relacionado con la figura del rey protector y paternal con su pueblo.

Sin embargo, y aun sin cuestionar dicha actitud, cabría localizar históricamente la rebelión y el cisma de Alcobendas en un periodo conflictivo, en un periodo intermedio entre el bajo medievo y la incipiente edad moderna, en la cual se producen constantes enfrentamientos entre los señores feudales, recelosos de perder su poder y autoridad política, jurídica y económica por un lado, y la monarquía moderna por otro lado, que en el caso de los Reyes Católicos iniciaba un nuevo modelo político basado en la primacía del estado absoluto monárquico, sometiendo a los nobles, aristócratas y señores feudales a su poder y autoridad regia.

Por ello, un episodio tan interesante políticamente para los Reyes Católicos, como era el debilitamiento de una de las casas señoriales más poderosas de la zona central castellana, la de los Arias Dávila, y la obtención de las cercanas y nacientes tierras de San Sebastián de los Reyes (con destacados pastos) como zona de realengo o propiedad regia, no iba a ser ignorados por los monarcas y sus sucesores en el trono que, rápidamente, pusieron todo su empeño en apadrinar personalmente la independencia de la naciente villa en hasta tres ocasiones consecutivas (1492, 1494 y 1516).

También en este debate sería interesante, al menos, mencionar un debate no suficientemente ahondado ni estudiado por la historiografía local, acerca de la naturaleza de dicho acontecimiento, teniendo que ser justamente valorado como una mera rebelión de subsistencia (como las que habrían de darse en los siglos XVI-XVII-XVIII en todo Madrid) de una parte del campesinado asfixiada por la penuria económica, o si cabría ver en los líderes y primeros fundadores del pueblo unos ideales más profundos, más políticos, más allá de las meras necesidades vitales y económicas, basadas en ideas de libertad, de emancipación, de redención del campesinado frente a la tiranía de los señores feudales.

Dicha idea no deja de ser recurrente, puesto que colocar esta rebelión como el primer gran movimiento campesino de la historia moderna de Madrid con motivaciones políticas de esa índole se nos presenta como una hipótesis bastante atractiva, y entroncaría sin duda alguna como todo el espíritu antiseñorial que apenas unos años después se iba a producir en todo el campo castellano durante el periodo de la revolución comunera.

Lo cierto es que resulta tentador encontrar motivaciones más allá de las ideológicas en la actitud de los Reyes Católicos y motivaciones más allá de las puramente económicas en la de los primeros habitantes de esta localidad en época bajo medieval, y sin duda alguna, probablemente en la conjunción de ambas pueda encontrarse una motivación más completa y profunda de las intenciones reales de este movimiento.

Sea como fuere, esta rebelión campesina, indistintamente de su cariz económico o político (o la conjunción de ambos) tiene el incuestionable valor de ser uno de los primeros y más destacados movimientos campesinos en la incipiente historia moderna de la región de Madrid y de ser, cómo no, el motor fundacional y el origen de nuestro municipio, Sanse.