Compañeros de viaje

Parte de los problemas que afectan a los animales provienen de que todavía son considerados bienes muebles, cuando su estatus real, en las ciudades, ha pasado a ser, en los últimos años, mucho más relevante. Han pasado a ser compañeros, amigos, cuidadores, asistentes, terapeutas y, en algunos casos, un apoyo emocional mayor que la propia pareja o los hijos. Son individuos de otra especie que, paradójicamente, humanizan nuestras ciudades y, en muchos casos, propician las relaciones entre nosotros.

Sus vidas están tan unidas a las nuestras que todos los cambios y dificultades que afrontamos nosotros inciden indirectamente en las suyas: el acceso a la vivienda y los desahucios, las reformas laborales, con los míseros sueldos y las maratonianas jornadas de trabajo, la falta de asistencia a las personas dependientes, la falta de protección y de opciones de las víctimas de maltrato… Todo esto lo sufren con nosotros. Y, sin embargo, ni siquiera se les ha reconocido unos derechos básicos, como el derecho a una asistencia veterinaria, alimentación adecuada, un techo con un mínimo de condiciones, un entorno que satisfaga sus necesidades etológicas.

La influencia es en ambas direcciones: sus condiciones de salud física van unidas a las nuestras (el concepto de “one health”), por lo que un control veterinario repercute positivamente en nosotros a nivel individual y poblacional. Además, se ha comprobado que la convivencia con animales mejora claramente nuestras condiciones y expectativas de vida, así como nuestros hábitos, por no hablar de los beneficios psicológicos. Es decir, vivir con animales es vivir más y mejor.

Socialmente, también hacen aportaciones valiosas. Una sociedad que aspire a ser más igualitaria, a valorar a cada uno de sus miembros, con sus aptitudes y sus carencias, a ser solidaria, a funcionar como un sistema protector para todos sus componentes, no puede dejar a los animales fuera. Es más, la preocupación y la lucha por sus derechos pueden ser un punto en común para todos, más allá de las ideologías que nos separen.

No estamos anteponiendo conseguir estas metas para los animales antes que para las personas. Al contrario, creemos que la manera más eficaz de alcanzarlas es uniéndolas a la mejora de la educación, los derechos laborales y sociales.

Esta colaboración no sólo va de tratar de ampliar el “círculo de compasión” de quienes la lean. Esta columna quiere compartir nuestra visión de que dar el paso de tratar a las demás especies como compañeros de viaje a los que no se puede dejar atrás es una parte imprescindible para nuestro progreso, una decisión en la que no cabe la vuelta atrás. No es un acto de caridad, es nuestra supervivencia.