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Las discrepancias que surgen, con demasiada frecuencia, en el seno de Partidos de izquierda y, entre Partidos del mismo signo de izquierda, me han causado, siempre, honda preocupación y desasosiego. La Filosofía de Marx parte del estudio de pasadas y, diversas, civilizaciones, de sus contradicciones y la praxis del poder, político y económico, incluido el poder teológico.
Esta Filosofía explica y, razona, que es posible la emancipación de las clases trabajadoras, que esta filosofía no es un dogma, ni una Religión y, hoy por hoy, y siempre, hay que defenderla con la herramienta de la Democracia, en aquellos países que lo permitan.

¿Cómo puede entenderse, que con los mismos principios filosóficos, se hallan creado y destruido, en el tiempo, diversas organizaciones que decían y, dicen, aspirar a lo mismo: crear una sociedad sin clases?
En mis dilatados años de lucha contra el fascismo franquista y, también en los de esta democracia, bajo una monarquía impuesta y corrupta, aprendí que los Partidos, en la Izquierda, deben ser un medio, jamás un fin en sí mismos, porque cuando cobran esta categoría, aparecen los dirigentes intocables.

Las trabajadoras y los trabajadores no necesitamos ni reyes ni tribunos, tampoco dioses, por ello, para la consecución de una sociedad más justa es necesario socializarla, pero no con la “socialización” socialdemócrata, es imposible, porque siguen defendiendo el Capitalismo, y esto ya lo conocemos, es más de lo mismo, con retoques, pero nada de tocar la estructura de la economía social. En su día, Felipe González, dijo que «el Capitalismo era el Sistema menos malo que conocía” y con él, dijeron ser republicanos juancarlistas. Aunque Juanito les ha dejado a todos con el culo al aire.

En mi actividad política en democracia he podido comprobar que, quizás por la condición humana, o por un déficit de conciencia social, la desviación del poder de representación que otorgamos a nuestros representantes, en demasiadas ocasiones, acaba transformándose en ser los jefes incontestables de la Organización política, con amistades y advenedizos que son, en parte, el virus de la descomposición.

La aplicación y análisis de la realidad concreta, la dialéctica, la crítica y autocrítica constructivas, son la herramienta de cohesión y unidad de la que disponemos en la toma de decisiones para el largo camino a recorrer en varias generaciones, sin estas herramientas, aplicada a lo personal y a lo colectivo, el futuro puede ser una Utopía.

En esta lucha por la igualdad somos todos necesarios, pero nadie es imprescindible, por ello deberíamos conseguir la Agrupación de la Izquierda, aunque para ello haya que utilizar la Inteligencia Artificial, (igual nos podría ayudar)

Alfonso Romero