Sentado sobre los muertos…

Sentado sobre los muertos
que se han callado en dos meses,
beso zapatos vacíos
y empuño rabiosamente
la mano del corazón
y el alma que lo sostiene.

Que mi voz suba a los montes
y baje a la tierra y truene,
eso pide mi garganta
desde ahora y desde siempre.

Acércate a mi clamor,
pueblo de mi misma leche,
árbol que con tus raíces
encarcelado me tienes,
que aquí estoy yo para amarte
y estoy para defenderte
con la sangre y con la boca
como dos fusiles fieles.

Si yo salí de la tierra,
si yo he nacido de un vientre
desdichado y con pobreza,
no fue sino para hacerme
ruiseñor de las desdichas,
eco de la mala suerte,
y cantar y repetir
a quien escucharme debe
cuanto a penas, cuanto a pobres,
cuanto a tierra se refiere.

Ayer amaneció el pueblo
desnudo y sin qué comer,
y el día de hoy amanece
justamente aborrascado
y sangriento justamente.
En su mano los fusiles
leones quieren volverse:
para acabar con las fieras
que lo han sido tantas veces.

Aunque le faltan las armas,
pueblo de cien mil poderes,
no desfallezcan tus huesos,
castiga a quien te malhiere
mientras que te queden puños,
uñas, saliva, y te queden
corazón, entrañas, tripas,
cosas de varón y dientes.
Bravo como el viento bravo,
leve como el aire leve,
asesina al que asesina,
aborrece al que aborrece
la paz de tu corazón
y el vientre de tus mujeres.
No te hieran por la espalda,
vive cara a cara y muere
con el pecho ante las balas,
ancho como las paredes.

Canto con la voz de luto,
pueblo de mí, por tus héroes:
tus ansias como las mías,
tus desventuras que tienen
del mismo metal el llanto,
las penas del mismo temple,
y de la misma madera
tu pensamiento y mi frente,
tu corazón y mi sangre,
tu dolor y mis laureles.
Antemuro de la nada
esta vida me parece.

Aquí estoy para vivir
mientras el alma me suene,
y aquí estoy para morir,
cuando la hora me llegue,
en los veneros del pueblo
desde ahora y desde siempre.
Varios tragos es la vida
y un solo trago es la muerte.

                                         M.H.

El próximo 30 de octubre se cumplen 110 años del nacimiento de Miguel Hernández en Orihuela (Alicante) y el Ayuntamiento de Madrid borra unos versos suyos después de haber arrancado las placas con los nombres de 2.934 fusilados por el franquismo del memorial del cementerio de La Almudena

Hoy, 45 años después de la muerte del dictador y de la teórica desaparición del régimen que llevaba su nombre, algunos gobernantes se obcecan en recuperar formas y maneras de tan infausto periodo. Tal es el caso del alcalde de Madrid, que debe entender que la exposición pública de los versos de Miguel Hernández y de los nombres de las 2.934 personas fusiladas por el dictador Franco, es perjudicial para la salud moral (¿quizá también mental?) de madrileños y visitantes.

El poeta, que nació en el seno de una familia de campesinos, que abandono la escuela a los 15 años para ayudar a su familia en las labores de cría y pastoreo de ganado, que es a lo que se dedicaban, desde edad muy temprana mostro un inusitado interés por la lectura, que sería el cimiento de su autodidacta formación en el arte de la composición poética.

Su compromiso con la II República Española y más concretamente con el Frente Popular, le llevó a tomar parte activa en la defensa de la República ante el ataque golpista de los sublevados aquel fatídico 18 de julio de 1936.

Al terminar la cruenta guerra que generó aquella sublevación y dado que los sublevados se erigieron vencedores de la contienda, intentó huir del país ante el fundado temor a las represalias que los vencedores ya estaban tomando contra los vencidos. Fue detenido en la frontera de Portugal y condenado a muerte, pena que, en un acto de “suprema generosidad” por parte del nuevo régimen, le fue conmutada por la de 30 años de prisión. Tras pasar por varias cálceles del país, una afección pulmonar complicada por tuberculosis, le ocasiona la muerte el 28 de marzo de 1942, en la prisión de Alicante, cuando contaba con 31 años de edad.

Hoy, como conmemoración de ese día, en el que nació un gran poeta, un defensor de la libertad, reproducimos algunos de sus versos.

Jornaleros que habéis cobrado en plomo
sufrimientos, trabajos y dineros.
Cuerpos de sometido y alto lomo:
jornaleros.

Españoles que España habéis ganado
labrándola entre lluvias y entre soles.
Rabadanes del hambre y el arado:
españoles.

Esta España que, nunca satisfecha
de malograr la flor de la cizaña,
de una cosecha pasa a otra cosecha:
esta España.

Poderoso homenaje a las encinas,
homenaje del toro y el coloso,
homenaje de páramos y minas
poderoso.

Esta España que habéis amamantado
con sudores y empujes de montaña,
codician los que nunca han cultivado
esta España…

                                                          M.H.