Masha, una historia de Sanse.

Masha ha pasado su vida en la calle, durante muchos de ellos tuvo un compañero inseparable pero este año se quedó sola con sus problemas, sus celos, sus camadas, sus dientes podridos y su salud cada vez más deteriorada.

Ha sido alimentada durante más de una década por las vecinas que han sentido compasión de una criatura tan pequeña y tan expuesta, sobreviviendo a base de pienso, restos de comida y desconfianza.

Sobreviviendo al frío, al calor, a los partos y a las consiguientes lactaciones, fue pasando el tiempo, cada vez más flaca y más sucia. Y llegó el 2015 y, aunque ella no lo sabía, parecía que las cosas iban a cambiar.

Había gente que quería ayudar a los gatos y que pensaba que ya que los gatos son un patrimonio de todos, el Ayuntamiento tenía que colaborar en cuidarlos, en darles una vida mejor y protegerlos de toda la mala gente, en vez de tener como  única opción una perrera. Y esa gente, que son muchos, que son los que bajan comida a la calle todos los días del año, los que gastan su dinero en jaulas-trampa y veterinarios, los que emplean su tiempo en buscar casa a los más sociables y  respeto a su trabajo y a los que quedan en la calle, creyeron que habían sido escuchados y reconocidos el día que pudieron escuchar, de boca del Alcalde, que les iba a ayudar en  una tarea en la que se ven superados muchas veces

Pero era mentira, nunca llegó la ayuda, y pasó el 2015 y el 2016 y el 2017, con su nueva Ley de Protección Animal de la Comunidad de Madrid que tampoco cambió las cosas en Sanse, sólo les amenazaron con un CES –Maikan. No llegaba el fin del tiempo en la calle para Masha,  ni el de las gestaciones y los robos de sus bebés o sus muertes, y además tenía dos infiltrados indeseables: un cáncer de mama, que se iba extendiendo hasta invadir completamente una cadena mamaria y el ganglio y el virus de la inmunodeficiencia felina. No hubo un CES que la esterilizara  para evitar que esto pasase.

La astucia, prudencia e inteligencia de Masha, que la habían mantenido viva, tenía otra cara, le hacía difícil a los que se preocupan ver su vulnerabilidad. Hasta que tuvo que elegir entre comer o mantener las distancias, y dejó ver cuánto necesitaba una mano. No podía comer pienso seco, su única oportunidad era el reparto de comida húmeda de la noche y permitir la proximidad del alimentador que ahuyentaba a los demás. ¿Se imaginan la desesperación de sólo poder comer una cosa y que te lo quiten y se lo coman delante de ti mientras cada vez estás más hambrienta y flaca? Descubrirse decidió su rescate.

Un rescate en el que hubo enamoramiento, aunque fuera sólo por el lado humano. El valor y la inteligencia que demostraba al entrar en la jaula, comer, y salir sin saltar la trampa era más que suficiente para ganarse el corazón y la admiración de cualquier loco de los gatos. Hasta que los simios pelones lo consiguieron y se la llevaron a casa.

La visita al veterinario no dio buenas noticias, después de sedarla se descubrió hasta que punto estaba destrozada su dentadura, los colmillos y unas muelas negras y hediondas era lo que quedaba. Hagan un ejercicio de empatía ¿han tenido alguna vez un flemón? ¿Se imaginan lo que es vivir continuamente con un dolor así, sin analgésicos, teniendo que comer para ella y para producir leche suficiente para sus hijos? Así era la vida de Masha. Súmenle vivir en la calle, ser seropositiva y varios tumores posiblemente malignos.

Masha fue operada y está teniendo que pasar una recuperación muy dolorosa pero si todo sale bien y tiene un poco de suerte le espera vivir en una casa y ver el invierno en el lado bueno de la ventana. Es un final semifeliz, nadie tendría que pasar por todo esto.

Pero en Sanse hay muchas Mashas, muchos cachorros que enferman y mueren (ayer agonizaba uno en medio de la opulencia del RACE), muchos gatos cuya situación es responsabilidad de todos. Seguimos esperando que se cumpla la ley: “En aquellas ubicaciones en las que existan colonias de gatos, donde las condiciones del entorno lo permita, y al objeto de promover tanto la protección como el control poblacional de los gatos, los ayuntamientos fomentarán la gestión ética de dichas colonias…”, con un reglamento que haga posible trabajar a quienes se hacen cargo de la tarea sin tener en contra nada más que la negligencia de quienes no se sentirían aludidos ni aun dejando los cadáveres encima de su mesa. Prefieren gastar dinero en matar en vez de salvar con tal de asegurarse el gobierno. Hacer política lo llaman.