La calle denuncia: la jungla del Parque de los Arroyos

Alcorques arrancados, clavos peligrosos, hierba con un metro de altura en algunos lugares, agujeros peligrosos o alcantarillas desbordadas. Este es el estado del Parque de los Arroyos en su zona más cercana a Valdelasfuentes. Antonio, un vecino de la zona, nos ha hecho llegar su denuncia y hemos dado un paseo con él para comprobar lo que nos cuenta. La dejadez es absoluta.

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Antonio está jubilado desde hace 4 años, y casi todos los días aprovecha para darse un paseo por el parque. «Es un sitio muy especial«, comenta, «sobre todo en primavera«. Pero este año el lugar aparece en un estado de abandono por parte de los servicios de la Concejalía que dirige Ángeles Barba (La Unidad Suma/IU). La basura que se acumula en el suelo pasa algo más desapercibida por la altura que alcanzan las plantas en algunas zonas. «Más que una segadora van a tener que pasar una cosechadora«, bromea Antonio señalando una zona donde las espigas crecen sin control. Los areneros infantiles tampoco se libran, y la vegetación empieza a campar a sus anchas en estos espacios dedicados a los más pequeños.

Los dueños de los perros también se quejan. «Las espigas son muy perjudiciales para los animales, las aspiran y pueden tener graves consecuencias para ellos«, comenta María, que además indica que en el «pipican» situado en la zona no las quitan, sino que sólo las cortan. «Entre eso y los cientos de moras que caen justo en la entrada, casi prefiero ni pasar«, añade.

Seguimos paseando con Antonio, quien nos va enseñando troncos de los alcorques arrancados y clavos salidos por varias zonas del parque. «Esto es un peligro para los niños«, indica señalando la cabeza de un clavo que sobresale varios centímetros de la madera. «Esto si que es grave«, nos dice cuando llegamos a un agujero de unos 50 centímetros de diámetro medio tapado por un ladrillo, en una zona cercana a donde varios chavales hacen calistenia. «Ahí mete un niño el pie y se parte la pierna«.

«Pero venid, que todavía falta lo mejor«, nos apremia. Subimos unos metros la cuesta de la cañada que lleva a la Dehesa Boyal y, tras pasar varios puentes llenos de pintadas y basura, nos señala una alcantarilla rodeada, literalmente, de mierda. «Esto es una guarrería«, declara enojado. La presión del agua en algún momento ha hecho saltar los líquidos fecales por los alrededores del desagüe. Los restos, secos, evidencian que nadie ha pasado por allí a, por lo menos, limpiarlo.

«Nunca había visto el parque en este estado«, asegura Antonio, quien también pide más control cuando se celebran comidas o cumpleaños en la zona, una costumbre cada vez más extendida. «Mucha gente lo recoge todo, pero hay otros que no, que lo dejan echo un asco, por no hablar del arroyo en esa zona, que se ha convertido en un váter«.

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