Del cómo usar lo público

Lo público, la cosa pública, los servicios públicos, los bienes públicos, los representantes públicos, los dineros públicos….

El concepto de lo público nos trae a maltraer.

Han sido tantos, a lo largo de estas últimas décadas, los desaguisados e intoxicaciones en relación a lo público, que podrían entretenernos otras tantas décadas tratando de despejar ciertas incógnitas, pero no tenemos tiempo. Porque la vida de los vivos son dos días, y la del planeta que habitamos cinco y medio, así que, a correr que vienen prisas.

¡Es de traca!, como dicen los más jóvenes, que hayamos aceptado, y tal vez aun lo hagamos, el tratamiento privativo sobre infraestructuras, medios, espacios y bienes que han salido del esfuerzo colectivo, del cumplimiento responsable, a veces más allá de las posibilidades, de quienes menos tienen. Contribuciones a esa bolsa común que debe hacer posible los derechos.

Tratamiento privativo, que no es ni más menos que el servirse de lo que entre todos hemos procurado, para que tan solo unos pocos hagan negocio con ello y además nos digan cómo, cuándo y quien puede utilizarlo.

¿Cuántos “Arturos Fernández”, exponentes del  empresariado español, defensores de la iniciativa privada, el mercado y el capitalismo, como mejor forma de responder a los retos del siglo XXI, no se han aprovechado y basado su enriquecimiento en la cosa pública, en las concesiones de servicios públicos?  Servicios y derechos públicos que pasan a un segundo, tercer, o cuarto plano, cuando la corriente privatizadora sitúa en el pódium de ganadores los intereses particulares, e irremediablemente la corrupción.

Pocas instituciones públicas se habrán mantenido al margen de esta corriente. Y así en nuestros municipios, comunidades y resto de instituciones del estado, nos hemos acostumbrado a que instalaciones deportivas, centros culturales, espacios vecinales, centros sanitarios,… presenten logotipos y gestiones que escapan a lo público. Es por ello, que ante noticias como, la gratuita disposición de espacios para asociaciones y vecinos/as en general en S.S. de los Reyes, la alegría casi nos sorprende. El nuevo gobierno del ayuntamiento de este nuestro municipio, nos devuelve lo que las prácticas privatizadoras del Partido Popular nos arrebató: el uso y disfrute gratuito de los espacios públicos concebidos y sufragados por y para lo público.

Demos la bienvenida a las actuaciones que ponen racionalidad en los asuntos de todos y todas, y que responden a las necesidades de la mayoría y a lo justo en esencia.

Justo es que las decisiones sobre el uso de lo público, sean tomadas por quienes lo sufragan, por quienes lo mantienen, por quienes lo precisan.

Y ahora, cabe y toca proponer como profundizar y avanzar en las medidas, actuaciones y comportamientos que van a permitir el pleno disfrute de instalaciones públicas. Porque la democracia y la responsabilidad se demuestran andando, y no son estos ya tiempos de ni de miedos ni de paternalismos, poner en práctica medidas de autogestión sería todo un acierto y un profundo avance.

El horario de apertura y cierre de centros culturales, de espacios de encuentro, expresión o creatividad vecinal, no pueden estar sometidos a un horario administrativo, que pueda, en ocasiones, coartar el ejercicio del derecho y el fin de dichos espacios.   Como no se trata de aumentar jornadas laborales ni gastos municipales, la introducción del ejercicio de responsabilidad es una herramienta útil para hacerlo posible y sostenible.

La proximidad, es un argumento benigno para casi cualquier acción humana: lo próximo es más conocido, más apreciado, más accesible, más visible, transparente, valorado, transformable,…

Aproximemos por tanto a las gentes a lo que es suyo y está cerca, a lo que es de todos,  y demos oportunidad a la llamada “Responsabilidad social” de dar frutos. Frutos en lo inmediato y en lo futuro, en lo colectivo y en lo individual.

Apostemos por una cultura que potencie el ser social, y las ramas creadoras que de él crecen, porque así estaremos contribuyendo a  hacer posible lo que la lógica mercantilista nos niega: la autoestima de las personas, la consecución de objetivos, la colaboración creadora, el espíritu crítico y la libertad.

Continuemos avanzando.