Contra la politización de la historia

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Que la historia es un frecuente campo de batalla entre ideologías de diferente tipo es un hecho ya, a estas alturas, más que de sobra conocido. En mi anterior entrada sobre el uso de la memoria histórica en las recientes elecciones generales españolas y en mi columna de presentación ya alerto sobre el hecho de que, actualmente, se está poniendo más de moda que nunca el echar mano de los libros de historia para, de forma totalmente sesgada y parcializada, justificar e incluso engordar los programas de una clase política carente de ideas para el presente y para el futuro de nuestro país y que no tiene más remedio que mirar, a su manera, al pasado.

Estos meses han sido especialmente prolijos en la utilización e introducción de la historia a todos los niveles; desde los partidos políticos, instituciones del estado o autonómicas e incluso academias supuestamente profesionales, se han lanzado a una espiral de utilización de la historia en la que, de una forma aparentemente neutral y objetiva para desentrañar los aspectos del pasado, claramente se emplean los hechos históricos para justificar determinados argumentos.

El último en apuntarse a esta moda ha sido el partido político Ciudadanos que, en su programa electoral, incluye en su punto número 88 del programa electoral esta llamativa afirmación;

«Impulsaremos un Plan de Apoyo a la Difusión de la Historia Española para incrementar el conocimiento del papel de España a través de los siglos. Queremos revertir la interpretación en ocasiones gravosa y negativa del papel que España ha protagonizado en la historia, fomentado en otras épocas por la llamada “leyenda negra”, que ha devaluado injustificadamente la imagen de nuestro país».

La afirmación es, cuanto menos, inquietante, y máxime teniendo en cuenta la explicación que de ella hace uno de los impulsores de esta medida, Guillermo Díaz, número uno de Ciudadanos al Congreso por Málaga, que ayer mismo afirmaba en la prensa que;

«Lo primero que hay que hacer es informar del diagnóstico, contar cómo España sufre hoy en día las consecuencias de la propaganda de la Leyenda Negra, que incide en nuestra imagen internacional y nos desprestigia. Creemos que tenemos que hacer una labor didáctica interna para que los españoles conozcan los hechos de nuestra historia con mayor profundidad y, por otro lado, una labor externa, con el apoyo del Ministerio de Exteriores, en la que España defienda cuál fue nuestro papel internacional despejando la propaganda. 

Ni Rajoy ni Sánchez tenían pensado hacer nada con el V centenario y Hernán Cortés hace palidecer a Alejandro Magno y a Julio César… pero no me imagino a los romanos dándole la espalda a Julio César. No podemos seguir hablando con complejos ni pedir perdón».

En sus medidas, no se concreta específicamente muy bien en qué debe consistir ese «plan de apoyo a la difusión de la Historia de España«, si ello va a implicar modificar o alterar el currículo educativo (que ya contempla en las diferentes etapas educativas perfectamente el estudio y conocimiento de los diferentes periodos y sucesos de la historia española) o si se va a limitar, a similitud de lo que exigen partidos como VOX, a un apoyo masivo para la realización de películas de cine sobre periodos históricos afines a determinadas concepciones (reconquista cristiana, conquista y colonización de América, imperio español….) o difusión y promoción de bibliografía que aborde estos periodos históricos. 

Sin embargo, esta ambigüedad con la «difusión de la Historia de España» que no termina de aclarar Ciudadanos, no algo nuevo y una propuesta similar se encuentra también en el punto número 8 del programa político de VOX, que aborda también el tema, proponiendo un;

«Plan integral para el conocimiento, difusión y protección de la identidad nacional y de la aportación de España a la civilización y a la historia universal, con especial atención a las gestas y hazañas de nuestros héroes nacionales».

Nuevamente, inquieta pensar en qué aspectos concretos va a consistir ese «plan integral» y qué aspectos concretos considera dicho partido que representan las «gestas y hazañas» de los «héroes nacionales», aunque, a juicio de lo expresado por los líderes de dicho partido, no parece que sea muy diferente a los periodos históricos/cliché ya mencionados más arriba y que parecen ser el epicentro de atención de la nueva recuperación de la historia española para determinadas formaciones y posicionamientos políticos, más interesados en combatir políticamente determinados posicionamientos ideológicos y no tanto en, realmente, difundir, apoyar y promocionar la historia, toda la historia y nada más que la historia, que debería ser realmente el verdadero objetivo no de éstos, sino de todos los partidos políticos del Congreso en un plan nacional y de estado de protección, despolitización, y difusión de la historia y del patrimonio histórico español, constantemente olvidado o expoliado cuando ello no genera un rédito electoral en votos.

Sin embargo, no han sido únicamente, ni mucho lejos, determinadas formaciones políticas conservadoras las que, en los últimos meses y se años se han lanzado a un cuestionamiento y reinterpretación de la historia afín a determinada óptica. Instituciones públicas y privadas de toda índole en todo el territorio nacional no han ido muy a la zaga de esta «recuperación» de la historia.

Recientemente, en un artículo en El País, el historiador y escritor español José Álvarez Junco afirmaba que “los historiadores deberíamos estar hartos de que nos utilicen. La función de la historia es conocer el pasado. Investigar, recoger pruebas, organizarlas según un esquema racional y explicar lo que pasó de manera convincente. Y punto” y afirma que por el contrario “lo que nos piden es un relato épico útil para construir identidades, y nos lo piden los más poderosos, los dirigentes políticos”, y es que “lo rentable políticamente son los mitos, que hacen votar”.

Al mismo tiempo, a lo largo de este año 2019 , se han producido una serie de debates sobre la conveniencia o no de rememorar los 500 años de la Expedición Magallanes-Elcano de circunnavegación de la tierra (generándose una controversia entre las academias de historia oficiales de España y Portugal acerca de la «titularidad» de dicha gesta histórica, rivalizando entre el portugués Magallanes y el español Elcano, y que generó incluso un tenso y fuerte cruce de declaraciones entre académicos de ambos países y campañas públicas bastante bochornosas en determinados diarios españoles destinadas a la recuperación del pasado histórico nacional ), o especialmente los mismos 500 años del inicio de la conquista del Imperio Azteca por Hernán Cortés ( evidenciado en las declaraciones del Ministro de Cultural José Guirao para no molestar u ofender a los mexicanos, y especialmente en la carta pública del Presidente de México Andrés Manuel López Obrador exigiendo al Rey de España una disculpa por la conquista del imperio mexica, contestada a su vez con una virulencia incomprensible y desmedida por parte de determinados sectores intelectuales españoles contrarios a la llamada “leyenda negra” ) que muestran perfectamente cómo se sigue sin ver los hechos históricos y la historia como simple historia para darle constantemente un barniz ideológico y que se resume en las declaraciones de especialistas, como la historiadora y académica Pilar Gonzalbo Aizpuru cuando dice que “la mirada anacrónica impide conocer la trascendencia de los acontecimiento del pasado”, o la historiadora Enriqueta Vila cuando carga contra “el sectarismo y los complejos absurdos que tenemos los españoles de nuestro pasado, el miedo a contar la historia como los documentos nos lo muestran, y no como han querido otras potencias interpretarlos u ocultarlos”.

Al mismo tiempo, desde determinados sectores intelectuales catalanes, no se ha dudado en tratar de reinventar y reinterpretar la historia de una forma clara, evidenciado en el papel que desde hace años vienen ejerciendo instituciones como el Institut Nova Història o el Cercle Català d’Història que, desde hace más de 10 años  tratan, sin fundamento ni rigor documental algunos, de reescribir la historia catalana, sosteniendo posiciones cuanto menos cuestionables como la catalanidad de personajes históricos de primer orden (Colón, Cervantes, Cortés, Vespuccio, Leonardo da Vinci, Erasmo de Rotterdam…) en una suerte de hegemonización cultural, usando para ello a la historia con una clara intencionalidad política, al mismo tiempo que determinados partidos o instituciones políticas conservadoras pretenden hacernos comulgar con ruedas de molinos y afirmar la antigüedad casi milenaria de la nación española, a la que retrotraen casi hasta la época de los celtíberos y los romanos.

Sin embargo, ese uso de la historia como arma arrojadiza  ha sido el prevalente y no pocos historiadores han escrito acerca de ello. Georges Duby, en su “Escribir la historia”, afirma que “el ejercicio de nuestro oficio se somete a una moral que requiere objetividad, el historiador tiene la obligación de olvidarse, de acallar sus prejuicios, sus pasiones, no tiene derecho de manipular la información, y su mirada debe ser fría e imperturbable”, o lo que opinaba el pensador medieval Ibn Jaldún al afirmar que “la falsedad aflige naturalmente la información histórica, el prejuicio y el partidismo oscurecen la facultad crítica y excluyen la investigación crítica, y el resultado es que las falsedades son aceptadas y transmitidas«, de la misma manera, aunque diferente, que el historiador catalán Pelai Pagés que en su “Introducción a la historia” dice que “aceptar la imposibilidad de la objetividad no implica que sea imposible la rigurosidad”, esto es, no renunciar nunca a la rigurosidad del trabajo histórico aun cuando sea inevitable una mínima subjetividad, o como decía el historiador francés Marc Bloch en su “Apología de la historia”, “cuando las pasiones del pasado mezclan su reflejo con los prejuicios del presentes, la mirada se turba sin remedio”, o Lucien Febvre en su libro “Combates por la historia”, “el historiador no es un juez, la historia no es juzgar, es comprender y hacer comprender”.

Para mí, un historiador profesional dedicado en cuerpo y alma al estudio, investigación y difusión de la historia, la historia debe ser, ante todo respetada. No podemos ni debemos vetar ni censurar el estudio histórico de ningún periodo de nuestro pasado y, dese luego, es tiempo de quitarnos clichés ideológicos; ni estudiar el imperio español o la conquista de América le convierten a uno en derechista, ni difundir episodios históricos como la república y la guerra civil (y en eso el que escribe tiene amplia experiencia e incluso algún libro publicado sobre el tema) le convierten a uno en izquierdista o «guerracivilista».

La historia, insisto, y como he dicho anteriormente, es la historia. Y así debe tratarse y usarse. Con responsabilidad, y especialmente con respeto. Con respeto a la propia historia, de la que algunos solo se acuerdan en época de campañas y mítines electorales, a los historiadores, investigadores y  profesionales de la historia que se dejan su tiempo, su esfuerzo y su dinero en estudiar, de forma desapasionada en lo ideológico y apasionada en lo vocacional, nuestro pasado histórico y nuestro patrimonio cultural.

Creo, como dije anteriormente, que la historia no necesita de planes ideológicos y enfoques partidistas en programas electorales, no necesita de instituciones que blanqueen o reinventen el pasado histórico ni de España ni de sus regiones, y sí necesita un pacto de estado en lo histórico, como en lo educativo, en el que las formaciones políticas renuncien clara y nítidamente, de forma definitiva, a parcializar y politizar la historia, y se comprometan  a tratarla con el respeto que merece y a difundir, sin prejuicios, vetos ni clichés lo mejor y lo peor de nuestro pasado histórico. Porque en ello, en la historia veraz y total, está, realmente las señas de identidad de lo que somos y de lo que seremos.