«Busco la libertad para mi pueblo»

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Hoy el pleno de Alcobendas será el escenario de la intervención de varios grupos políticos para solicitar al Alcalde, Ignacio García de Vinuesa, que tome las decisiones políticas necesarias para asegurar que Derar y su familia, refugiados políticos de Eritrea, puedan desarrollar una vida en condiciones en nuestro país tras haber sido desahuciados del piso de alquiler donde vivían.

Eritrea es un país situado en el cuerno de África que en su tiempo fue colonia italiana y posteriormente pasó a formar parte del Imperio Británico. En el año 1952 se federa en un estado independiente junto a Etiopía, si bien 10 años más tarde los etíopes rompen las reglas del acuerdo y Eritrea pasa a ser una provincia más del país centroafricano. Esto provoca que se vaya forjando una rebelión interna que estalla en guerra abierta en 1983. Tras una década, el conflicto armado cesa al reconocer la comunidad internacional a Eritrea como un estado independiente. Desde entonces es una república unipartidista donde las libertades de expresión, prensa, reunión y asociación son una quimera, pues Isaías Afewerki, presidente elegido en referendum en 1993, ejerce su liderazgo con mano de hierro y sin haber convocado elecciones libres desde entonces.

Derar Hamed es eritreo, al igual que su mujer y sus dos hijos, de 14 y 7 años, que, pese a haber nacido en Libia, tienen la misma nacionalidad que sus progenitores. Nació en Keren, la segunda ciudad más grande de su país, con una población similar a la de Sanse. Sin embargo Derar, que ahora tiene 45 años, apenas ha pasado tiempo en su país natal, pues cuando apenas contaba con 5 años su familia tuvo que abandonar Eritrea por motivos políticos y asentarse en Sudán. En este país su padre muere asesinado y el resto de la familia se traslada a Libia, donde se establece como refugiado político, estudia una carrera (Derar es ingeniero civil), se casa y trabaja en una empresa en Misrata hasta que la guerra civil trunca todas sus expectativas y sus sueños.

Desde que es un niño Derar es considerado un refugiado político. No huye de su país por problemas económicos, sino porque su vida y la de sus familiares está en riesgo. Como asilado político tiene derecho a un techo, comida, formación y trabajo, pero el gobierno español restringe esos derechos a su mínima expresión. Al haberse incrementado en los últimos años los demandantes de asilo la reacción del ejecutivo ha sido acortar los periodos en los que los refugiados están protegidos, que en la mayoría de los casos se limitan a 6 meses. Como denuncian las ONGs, este lapso de tiempo es absolutamente insuficiente para que una persona que no habla nuestra lengua ni conoce nuestra cultura se integre de manera adecuada. Gracias a los activistas de la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) hemos conocido el caso de Derar y le hemos entrevistado para Esloquehay. Esto es lo que nos ha contado:

Derar, tú naciste en Eritrea, un país muy joven [consiguió la independencia en 1993] y muy convulso a la vez. Naciste allí, pero pronto tuviste que partir rumbo al exilio. ¿Por qué?

Por motivos políticos. Vengo de una familia con peso político en mi país. Y el problema es que en Eritrea no hay libertad de expresión, ni de pensamiento. Ni de nada. El mero hecho de protestar contra el gobierno, por muy tibia que sea esa protesta, te puede suponer una condena de dos años de prisión. Así que, cuando yo tenía cinco años, huimos del país. Llegamos a Sudán, y, tristemente, allí mataron a mi padre. En Sudán vivimos diez años, hasta que marcho a Libia a estudiar.

¿Y cómo es la vida en Libia? O, ¿cómo era?

Pues yo vivo allí una vida completamente normal y corriente [Derar estuvo allí entre 1985 y 2013]. En Libia estudio, me convierto en ingeniero civil, empiezo a trabajar, me caso, tengo dos hijos [ahora con 14 y 7 años] y comienzo con mi actividad sindical. Yo soy sindicalista, responsable de los sindicatos de Eritrea en el Norte de África. Asumo ese rol en Libia una vez he terminado mi carrera, Ingeniería Civil, y una vez ya estoy integrado en el mundo laboral.

Es decir, que rehaces tu vida por completo. La rehaces… hasta que estalla la guerra, entiendo. ¿Qué sucede entonces?

Así es. La guerra estalla en Libia y mi familia se marcha a Túnez, a un campo de refugiados de Naciones Unidas, junto a la frontera. Yo en principio me quedo en Libia para intentar vender nuestras cosas, lo que se pueda vender, y conseguir algo de dinero. Mi situación es en cierta medida distinta, especial: al ser refugiado político en Libia, gozo desde el principio de una cierta protección internacional, por lo que seguir allí es menos peligroso para mí que para ellos.

¿Y qué sucede entonces, en ese período de separación?

Mi familia presenta allí, en el campo de refugiados, una solicitud para venir a España y las autoridades aceptan su petición. Elegimos su país por la proximidad cultural, por lo cerca que sentimos España del mundo árabe. Entre tanto, yo empiezo un viaje que duraría dos años, hasta que me reencuentro al fin con mi familia aquí, en 2014. En ese tiempo, viajo a Túnez a buscarles; allí me dicen que ya se han marchado, que han partido hacia España; me veo obligado a quedarme en el campo de refugiados durante once meses; durante todo ese tiempo intento tramitar mis documentos, voy consiguiéndolo poco a poco, y, por fin, Cruz Roja da traslado a mi petición de refugiado, tras todo lo cual llego al fin a su país. Llego con el estatuto de refugiado político.

Llegas a España en junio de 2014. ¿Cómo vives ese tercer exilio?

Pues… Verán, entre la comunicación oficial y lo que me explican verbalmente hay mucha diferencia. Lo que me dicen es que me van a acoger en un centro de refugiados, que luego me facilitarán una vivienda y que finalmente me ayudarán a encontrar un trabajo. En Naciones Unidas, en Túnez, me hacen soñar con que ese trabajo respondería de algún modo a mi formación como ingeniero. Pero lo cierto es que la realidad aquí ha sido muy distinta. He trabajado por ejemplo de jardinero, que está muy bien, desde luego, pero que no tiene nada que ver con las expectativas que habían creado en mí. Por otro lado, en ese momento, en el momento de la llegada, me encuentro un poco perdido, porque  no conozco qué derechos me concede el estatuto de refugiado político en España. En todo caso, en lo más estrictamente cotidiano, le puedo decir que, cuando llego aquí, mi familia tenía unos ingresos de 1.000 euros y unos gastos sólo en alquiler de 700, a los que sumar los de la luz, el agua y demás. Vamos, que no llegaban a final de mes.

¿Por qué elegiste España? O, dicho de otro modo, ¿por qué no elegiste Alemania, Suecia o Austria, que son países que destinan muchos más recursos a Ayuda para los Refugiados?

Por la cercanía cultural. En todo caso, yo creo que los derechos que se le reconocen a un refugiado político son los mismos en toda Europa. Si bien también es cierto que no todos los países articulan esos derechos del mismo modo.

Volvamos a tu biografía: pasas dos años en Alcobendas (llevas dos años aquí), trabajas tres meses como jardinero para una empresa municipal de servicios en esa localidad, cobras la Renta Mínima de Inserción y… cuando todo parece ir encarrilándose, o, por lo menos, estabilizándose… aunque sea precariamente… resulta que te encuentras con que no tienes ningún ingreso.

Así es. Al empezar a trabajar, la administración suspende temporalmente la concesión de la Renta Mínima de Inserción. ¿Qué ocurre? Pues que me quedo sin la renta y, cuando se me acaba el trabajo, me quedo sin Renta y sin trabajo. Sin nada. Dejo pues de ingresar un sueldo y ahora tengo que volver a solicitar esa Renta. Y el problema es que tardan de dos a tres meses en volver a concederla.

¿Y entre tanto?

Mientras tanto no tengo ningún ingreso. Ahora mismo, el Ayuntamiento de Alcobendas me paga un hostal, de semana en semana, y comida para mí, para mi mujer y para mis dos hijos. Cada semana nos renuevan esa ayuda.

Habida cuenta de tu biografía, ¿te sientes extranjero en todas partes o en ninguna?

En ningún país. Aquí tampoco. Me sentiría extranjero si no tuviera un amigo como Juan [activista de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, PAH, que está ayudando a Derar]. Me siento como un ciudadano normal. En todo caso, quiero decirles que estoy acostumbrado a defender mis derechos esté donde esté. Y, como activista sindical y por la defensa de los derechos humanos, intento conocer cada vez mejor esos deberes y esos derechos que me asisten, y que nos asisten a todos los refugiados políticos.

Con la ayuda que tenías antes, estabas aprendiendo castellano. Está claro que el conocimiento del idioma es la primera y la mejor vía de la integración. Sin embargo, ahora, que careces de toda ayuda económica, no puedes seguir con ese aprendizaje. Te están negando pues la formación (y sin ella es mucho más complicado ganarse la vida por uno mismo), como te niegan una vivienda, o un trabajo… Aún así, ¿te sigues considerando un ciudadano?

España no tiene ningún problema conmigo. España tiene un problema estructural en materia de acogida. Lo tiene desde hace veinte años. El problema no empezó conmigo. La última decisión gubernamental española referida a la acogida y asentamiento de refugiados data de 1993, cuando la guerra de Bosnia. Ese es el problema: que España no tiene experiencia con este tema. España tiene experiencia con extranjeros, con inmigrantes, pero no con refugiados.

¿Crees que el hecho de que no se estén desarrollando tus derechos aquí, como ciudadano, en cuanto a trabajo, en vivienda, es algo premeditado por parte de las instituciones para evitar que venga más gente?

No creo.

¿Y a qué crees que se debe?

El sistema, las leyes. Hay partidos políticos… Yo he recibido aquí una tarjeta sanitaria y la tarjeta de residencia; me han acogido durante seis meses en el centro de refugiados y me han dado un año y medio de ayuda. No sé… quizá lo que ocurre es que los refugiados… como la mayoría no conocen sus derechos y sus deberes… entonces, a los primeros problemas que les caen encima… pues cogen a sus familias y buscan otro sitio.

¿Qué relación tiene el gobierno español con el eritreo?

Relación existe… pero no hay relaciones diplomáticas.

¿Sabes si hay más refugiados eritreos aquí, en España?

25 ó 30.

¿Tienes contacto con ellos?

No con todos. Hay compatriotas en Alicante, en Bilbao, en Madrid. La mayoría de ellos, la mayoría de los que llegan aquí, a España, me llaman, porque saben que soy un defensor de los derechos humanos, y sindicalista. Los más jóvenes (muchos son veinteañeros) apenas me conocen. Pero, cuando vienen aquí, a España, y se lo comunican a sus familias en Eritrea, pues son sus familias, allí, las que les hablan de mí. Porque en muchos casos hay alguien en mi país que me conoce, o ha oído hablar de mí como activista.

Te sientes y te identificas como sindicalista. Lo has dejado muy patente en varias ocasiones a lo largo de toda esta entrevista. ¿Has recibido algún apoyo por parte de algún sindicato español?

No. Los primeros días fui a los sindicatos. Como hice en Túnez. Allí también busqué a los míos, a los sindicalistas. Y lo normal es que haya un feeling. Pero… aquí… en España… aquí no. Yo fui a Madrid, a la central, les conté mi historia y me dijeron que se iban a poner en contacto con él. Pero todavía estoy esperando.

¿De qué sindicato estamos hablando?

Comisiones Obreras. [En ese momento interviene Juan, de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, que se halla también presente en la entrevista, y nos cuenta que el sindicalista local Eduardo Andradas “está intentando hacer algo a ese nivel].

La primavera árabe… ¿ha sido un éxito o un fracaso?

No tengo comentarios [contesta, con una evidente tristeza].

La Plataforma de Afectados por la Hipoteca está luchando por encontrar una solución al problema que tienen Derar y su familia. Y está tocando todos los palos. La gente de la PAH (Carlos Somavilla, Juan) habla bien del trabajo que están haciendo los Servicios Sociales de Alcobendas. Y Esloquehay lo cuenta, para que quede claro. Esloquehay también quiere contar que el alcalde de la localidad, que no es culpable de esta situación, cobra cada año 75.000 euros brutos en retribuciones y asistencias. Y también queremos contar que, según la última Estadística de Declarantes de IRPF publicada por la Agencia Tributaria (julio de 2016), Alcobendas es el séptimo municipio más rico de España. Ni el alcalde Ignacio García de Vinuesa (PP), ni los ciudadanos de su pueblo, Alcobendas, tienen ni mucho menos la culpa de la situación de Derar y su gente. Pero, así como no cabe duda de eso, también es indudable que un municipio tan rico como este quizá no debería exiliar en un hostal (el cuarto exilio de Derar) a un refugiado político y a toda su familia. ¿De verdad que no hay recursos disponibles? ¿De verdad?

Acabamos la entrevista en clave un poco más íntima

¿De dónde se sienten tu hija y tu hijo?

Mi hija mayor, que tiene catorce años, empezó a hablar castellano muy pronto. Interpretaba y traducía a los compañeros del Centro de Refugiados cuando solo llevaba dos meses aquí. Para mi hijo pequeño, que llegó a España con dos años, el castellano es como su lengua materna. [En realidad, Derar no ha contestado a mi pregunta -¿de dónde se sienten tus hijos?-; pero no insisto, que hay tiempo].

¿En qué lengua habláis en casa?

En tigré, un idioma local de Eritrea, y en árabe. [Derar habla francés, inglés, árabe, tigré –su lengua natal- y 3 dialectos más de su país].

¿En qué idioma te comunicas por escrito?

Yo estudié en Sudán y en Libia. Y en ambos países lo hice en árabe. Aunque también es cierto que estudié en inglés. Pero, en la vida cotidiana, tanto en Sudán como en Libia, hablamos en árabe. Por eso me comunico en árabe.

¿Cómo te presentarías?

Soy un ciudadano eritreo, un ingeniero civil que busca un futuro para sus hijos. Pero, quizá, antes de todo eso, soy un hombre que busca la libertad para su pueblo.

¿Y qué quieres?

Esa es una pregunta muy difícil. Primero… trabajo. Esa es una responsabilidad de todo ser humano. Y creo sinceramente en que puedo trabajar en cualquier cosa para sacar adelante a mi familia. Yo soy ingeniero, pero no tengo reparo alguno en hacer cualquier tipo de trabajo.

En segundo lugar… diré lo que no quiero. Yo no quiero vivir de las ayudas. Solo si tengo derecho a tener un hogar, derecho a ello como refugiado político que soy… solo así lo aceptaré.

Lo que quiero decir es que yo quiero defenderme por mí mismo: trabajar, estudiar, sacar adelante a mi familia, vivir. Como ya hacía en Libia, donde lo tenía todo: trabajo, vivienda, unas relaciones, un futuro más o menos asegurado. Eso es lo que quiero.

Si la normalidad, la paz, volviese a Libia, y a Eritrea, ¿a dónde volverías?

A Eritrea. Si mañana las cosas se arreglan en Eritrea, yo volvería a mi país, aunque sé que a lo mejor los niños opinarían de otra forma.

¿Y qué opinaría la madre?

Opina como yo. Ella también es una defensora de los derechos humanos. Ella es ingeniera. Nos conocimos estudiando. Ella estaba a punto de presentar el proyecto de fin de carrera cuando comenzó la guerra. Es ingeniera de recursos hídricos, una carrera nueva, una mezcla de medio ambiente y clima. Acaban de convalidarnos aquí los estudios a ambos.

¿Cuál es el plato que más le atrae a Derar de la cocina española?

La tortilla de patatas. Además, he aprendido a cocinarla, jajaja.

¿Qué le pedirías al ayuntamiento de Alcobendas?

Que miren mi caso desde el punto de vista humanitario… Porque la ley es ciega.

Esloquehay

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