Aviso a Navegantes

Hay momentos en los que nos apetece ejercer de “abogados del diablo” y yo estoy pasando por uno de esos momentos, así que me permito compartirlo con quien decida leer estas líneas.
Son ese tipo de reflexiones que nos hacemos a veces para nuestros adentros y que no solemos verbalizar, por miedo a meter la pata, por prudencia, incluso porque igual si lo sacamos fuera alguien se hace una idea nuestra que a estas alturas de la vida “no nos compensa”. Seguro que habréis oído muchas veces aquello de cómo te ves tú, cómo te ven los demás y cómo eres en realidad. ¿Y si resulta que en ese que consideramos nuestro entorno social, se nos empieza a ver de forma distinta, a tratar de manera diferente, porque hemos dicho en alto algo que está fuera de lo “políticamente correcto”? ¿Y si no se nos entiende?

Pues yo hoy voy a arriesgar el prestigio que no tengo y dejar aquí unas reflexiones que seguramente, todas en un mismo pack, sean explicativas de cómo me siento ante el panorama que se nos avecina. En este caso concreto, además, no voy a pararme en lo que sería propio de la política estatal (¡¡están cayendo chuzos!!), sino en aquello que nos afecta tan de cerca, que son nuestros municipios.

Por adelantado confieso que nunca he pensado que para representar a la gente haya que tener varias carreras; ni que la política fuera una actividad “sobre la que debamos entender y/o saber” si queremos presentarnos en unas listas y ser elegidos por vecinas y vecinos. Ni siquiera defiendo la política como una opción válida a la que dedicarse, como profesión. Todo lo contrario. Ese es uno de nuestros problemas sin resolver; que seguimos pensando en ella como carrera, que es de por sí garantía (damos por sentado que la experiencia de una persona que lleva 15 o 20 años, por ejemplo, formando parte de un ayuntamiento, en gobierno u oposición, es mejor que alguien que acaba de llegar). Error. En mi opinión, la política forma parte de nuestro día a día, en todo lo que hacemos y en lo que no; en nuestras decisiones y en nuestras relaciones con el resto de personas. “Dedicarse” a la política durante un breve período de tiempo debería ser vocacional y, desde luego, ahora mismo llego tarde para explicar aquí lo que significa servicio público. Eso que perdió todo su sentido a base de lustros y lustros de apatía, egoísmo, individualismo y consumismo atroz.
Ahora bien, ¿qué está pasando en España en los últimos años? Es cierto que algo cambió con el 15M, sí. Pero, ¿no hemos vuelto a empezar la casa por la ventana? ¿De verdad hicimos nuestros deberes para llegar al punto en el que nos encontramos hoy? ¿Dónde voló para esfumarse esa revolución que optimistas, ilusos y rebeldes esperábamos? ¿No habremos ayudado al capitalismo, a las oligarquías de siempre, a continuar su avance implacable? ¿No les estaremos dando un respiro, una prórroga en nuestra agonía, con la gran mentira de que “algo ha cambiado”?
Y, ahora sí, ejerciendo de abogada del diablo, sin carrera, máster o titulación alguna, yo os pregunto: ¿No os parece que demasiada gente se ha apuntado al carro ese de la representación, la ciudadanía, el pueblo, etc., aprovechando lo del empoderamiento? Vivimos en un país en el que, si hay que aprender algo “nuevo”, si nos llevamos lección a casa, leemos el texto por encima – por si cae en el examen – pero eso de aprender de verdad, como que no. Nos quedamos con “la idea” (esa que nos mola tanto) y lo demás como si no existiera. Y así, a nuestro alrededor, en una sola legislatura, de nuestros parques y jardines han brotado todo tipo de especímenes. La mayoría ya estaban ahí, sí, pero en un abrir y cerrar de ojos han saltado de un color a otro, se han peleado entre ellos, se han insultado – eso que no falte – y, sobre todo, han posado en cientos de miles de fotos, juntos o por separado.

Pero resulta que, como aprendieron enseguida lo del empoderamiento y vieron más o menos fácil aquello de figurar en una lista (y, oiga, si no me pone usted ahí, no importa; voy a tomar unas cañas mañana con el otro y – como le hace falta gente – que me ponga en la suya), a día de hoy se mueven entre siglas como peces en agua estancada y continúan poniendo cara de póquer (la de las fotos) cuando les preguntas cómo es que fulanito lleva la pegatina de “Vamos a armarla”, si ayer eran ustedes tan amigos y representaban a “Por ti y por mí”.
Mientras, algunas vecinas y “abogadas” como yo, intentamos mantener nuestro sentido crítico – con educación, eso sí – cuando alguien a quien conocemos de casi nada nos manda una información en campaña sobre “su candidato del momento” y nos pide que asistamos a un acto, para apoyar. Respondemos que no vamos a asistir a todo y, tras algún comentario de incredulidad y la frase “… pero si somos la única candidatura de personas que han estado siempre apoyando a los movimientos sociales”, nos pisamos los dedos contra las teclas y soltamos nuestros cuestionamientos de golpe: ¿Hacerse fotos tras las pancartas es apoyar a los movimientos sociales? En todo este tiempo, ¿qué trabajo habéis estado haciendo en el ayuntamiento? ¿cuántas mociones habéis presentado y para qué? ¿Dónde están vuestras propuestas? Yo me he esforzado, pero no consigo encontrar cuáles son vuestras ideas concretas para el municipio, disculpa, no las veo por ninguna parte. Además, en esa candidatura de la que hablas hay muchas personas que antes estaban en la de “No te rindas” y otras cuantas que ponían verde al cabeza de lista porque venían de “Agárrate que llego”; ahora os veo a todas juntas y me cuesta un poco creer cómo habéis llegado a semejante empatía y proyecto común. ¿Me lo explicas?

Ventana de chat vacía, la persona sigue en línea, cero comentarios. Transcurridos 5 minutos largos, última frase: “Perdona. Siento haberte molestado. Pensé que seguías en la lucha”.
Así que mi aviso para navegantes es para todas aquellas personas que creyeron que, con su cara, un megáfono y una pancarta, iban o van a borrar de un plumazo los meses, los años, que han pasado sentaditos entre el ayuntamiento y su domicilio, saliendo a la calle sólo cuando hay fotografía en grupo. Para quienes asistieron a asambleas interminables de vecinos o movimientos sin aportar absolutamente nada; quienes pensaron que sólo con su presencia estaban cumpliendo “el estándar del concejal”. Para quienes, más o menos conscientes, siguen pensando que la ignorancia de los demás se conformará con que hayan “apoyado” alguna causa más o menos llamativa. Para quienes jamás arrimaron el hombro porque dieron por hecho que la sola mención de su nombre sería suficiente y para quienes han demostrado su nula intención de aprender nada, de esforzarse. Y especialmente para aquellas personas que se escudaron – y escondieron – en los movimientos sociales, pero nunca sacaron adelante una sola idea, al contrario, intentaron imponer su santa voluntad, olvidándose precisamente del sistema asambleario.

Después nadie se rasgue las vestiduras; no esperéis que cuando os acerquéis con cara de lamento, echando la culpa a los demás, os dé la razón, os consuele con 2 palmaditas y os siga a todas partes con cara de groupie. No lo haré. No soy borde; es que también aprendí a empoderarme y resultó que se me quedó esa parte de la lección que habla del esfuerzo constante, la apuesta común y el trabajo en grupo.

22 de mayo de 2019
@YoSoyLadyBird