¿Apoyo al deporte o hipocresía?

Viernes, 9 de Febrero de 2018, 19:26, hace un rato que ha anochecido y las farolas de Sanse ya están encendidas. ¿Todas? No. Las 8 farolas que rodean las pistas deportivas junto a la Avenida de Valdelasfuentes «lucen» apagadas. Un rato antes un buen número de chavales jugaban al fútbol o al baloncesto en alguna de las dos pistas, situadas junto al «Pirulí» de la Rosa de Luxemburgo, muy cerca de la «rotonda del búho». Ahora las canchas están desiertas. No es posible jugar a nada porque no hay luz suficiente para hacerlo. Esa falta de iluminación impide también apreciar el estado general de dichas pistas: puertas inexistentes o que no cierran, vallados rotos, pintadas y suciedad.

Sábado 10 de Febrero de 2018, 14:05, varios jóvenes juegan al baloncesto en una de las canchas del Pasaje de la Zamburiña con la Avenida de Betanzos. Un operario del Ayuntamiento con una chaqueta que pone «Instalaciones» se asoma por la puerta. Cuando lo ven ya saben lo que tienen que hacer. Recogen sus cosas y se marchan de allí. El trabajador municipal cierra con llave la pista que no volverá a abrir hasta casi 3 horas después.

¿Qué harán esos chicos y chicas que practicaban deporte hace unos minutos? ¿Estarán en el chino más cercano comprando algo de alcohol para hacer un botellón? Vaya usted a saber, pero lo que está claro es que el Ayuntamiento de Sanse debería velar porque esas luces permaneciesen encendidas, al menos, hasta las 10 de la noche para permitir compaginar la actividad deportiva con el descanso de los vecinos y vecinas más cercanos. Debería cuidar porque esas canchas de baloncesto cerrasen una hora y no tres, que para una siesta es más que suficiente. La sociedad actual tiene muy a mano demasiados peligros como para ponérselo más fácil. Quizás se trate de que la alternativa que tengan nuestros jóvenes no sea otra que pagar a la empresa que gestiona el polideportivo para poder alquilar una pista iluminada por la noche. O darse de alta como un equipo federado de baloncesto y pasar por el aro del pago de fichas, licencias, pistas y hasta árbitros. Un dinero que, seamos claros, no revierte en nuestro municipio, sino en los bolsillos de los gestores de dicha empresa o de la federación correspondiente (que no deja de ser otra empresa privada).

La tan cacareada apuesta por el deporte debe centrarse en los barrios, en favorecer que los chavales y chavalas de Sanse puedan juntarse en una pista a jugar de manera gratuita a cualquier deporte por el mero hecho de estar juntos y disfrutar con el ejercicio físico. Nuestros gobernantes, comenzando por Narciso Romero y Javier Heras, deberían darse menos golpes en el pecho y abordar de verdad los problemas de la juventud. No se trata de dar subvenciones a supuestas asociaciones deportivas. No se trata de regalar prórrogas de contratos de gestión de polideportivos por otros 15 años. No, se trata de favorecer un estilo de vida en el que se juega al fútbol con los colegas para pasar el rato, no para competir.

Pero claro, queda mejor en la revista municipal contar cómo el equipo infantil de tal deporte se ha proclamado campeón de España. O como un chaval de 15 años ha conseguido ganar una prueba deportiva. Las páginas de deportes de «La Plaza» se han convertido en un escaparate para evidenciar el despropósito de una sociedad que exprime cada día más y más a sus niños y niñas a quienes se enseña a competir y no a disfrutar con el deporte. Y el Ayuntamiento de Sanse con su visión del deporte municipal se convierte en cómplice y colaborador necesario de este dislate. Porque esos jóvenes que juegan en una cancha de barrio, en la mayoría de los casos, todavía no votan, y por eso no les importan. Pero los padres ávidos de triunfos deportivos de sus hijos e hijas son parte de su público objetivo, por eso ponen toda la carne en el asador.